ANÁLISIS

Tendidos aéreos en Lanzarote: medio siglo de defensa del paisaje

El transporte de energía eléctrica se ha venido desenvolviendo entre tendidos aéreos e intentos de soterramiento. Estamos de vuelta con la defensa del paisaje.

Tendidos aéreos en Lanzarote: medio siglo de defensa del paisaje

No es de extrañar la fortísima oposición que ha ocasionado el pretendido proyecto de tendido eléctrico aéreo entre Playa Blanca y Mácher, pasando por Femés y el espacio natural protegido de Los Ajaches. Nadie apuesta un euro por una iniciativa condenada de antemano al fracaso, por brutal, al ignorar de qué pasta está hecha la población de Lanzarote cuando corre peligro su percepción de la belleza. Ya se intentó a mediados de  los años ochenta del siglo pasado, con la misma excusa, dando lugar a una guerra de comunicados con el Ayuntamiento de Yaiza como protagonista y férreo opositor.

Hace medio siglo que en Lanzarote se hablaba de intervenir sin estropear el paisaje. Como en tantos otros asuntos en aquella época, en junio de 1967 una iniciativa de César Manrique cuajó en un ‘Reglamento de Defensa del Paisaje y de la Arquitectura Popular Lanzaroteña’, aprobado por el pleno del Cabildo. Antes, durante y después, cayeron las pocas vallas que entonces salpicaban los márgenes de las carreteras insulares y, desde entonces, con o sin ordenanzas, hay un pacto tácito en la isla en contra de los elementos perturbadores en el paisaje. 
 
“Costes y mantenimiento son los dos argumentos que siempre se han esgrimido para justificar la imposibilidad de soterrar los tendidos”
 
Aquel acuerdo, erigido uno de los mejores exponentes de la cultura territorial de la isla, se paseó por la Feria Internacional de Turismo de Madrid en 1981, al presentarse el fenómeno lanzaroteño como ejemplo de producto turístico, “una evolución acertada a pesar de las muchas locuras que se están haciendo, basada en una fuerte defensa del paisaje”. Por todo ello, no es novedosa la propuesta de soterrar los tendidos eléctricos aéreos porque afean y dañan la visión y la apreciación del paisaje insular.
 
Costes y mantenimiento son los dos argumentos que siempre han esgrimido las eléctricas para justificar la imposibilidad de soterrar los tendidos, sustituyendo progresivamente las torres por canalizaciones subterráneas. Costes: la inversión es casi diez veces más elevada que con el tendido aéreo convencional, y su retorno y su amortización se desenvuelven en el muy largo plazo. Mantenimiento: en caso de producirse una avería es más complicado detectarla y repararla, aunque la tecnología ya ofrece soluciones muy eficaces. 
 
“Ni una más, podría ser el lema, emulando al utilizado hace años para reclamar la contención de la oferta alojativa con fines turísticos”
 
Pero, ¿alguien se ha sentado alguna vez a hacer números? La respuesta es que sí. Se han hecho números en el pasado reciente, proyecto incluido, pero la rentabilidad económica inmediata requería seguir con los tendidos y ocasionar “daños colaterales” apelando al bien común y al interés general. Igual que hoy.
 
Es inexcusable en Lanzarote mitigar los impactos territoriales, ambientales y paisajísticos producidos por las torretas metálicas ya existentes que conducen la energía eléctrica. Por ello, carece de sentido ampliar su número o sustituir las que hay. Una isla en la que el paisaje es uno de sus grandes atractivos no se puede permitir la licencia de autorizar el tendido pretendido; al contrario, debería proyectar y ejecutar, por tramos y en función de los recursos disponibles, la progresiva descontaminación visual del territorio.
 
Ni una más, podría ser el lema, emulando al utilizado hace años para reclamar la contención de la oferta alojativa con fines turísticos. Ni una más y cuantas menos, mejor.

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