Loli, Astrid, ¿están ahí?

Loli, Astrid, ¿están ahí?

Además de participar depositando nuestro voto en cada convocatoria electoral, no absteniéndonos ni haciéndolo en blanco, votando a partidos que hablan de participación o de escuchar a la ciudadanía si llegan al poder, además de eso, queremos tener la oportunidad de elevar propuestas y realizar sugerencias para el espacio público. No por otra cosa diferente a considerarnos observadores convencidos de que aquello que ha funcionado en otros lugares puede ser trasladado aquí. No por creernos artistas-locales y vanidosos, que es lo peor que se puede ser en el ramo del oficio, ni por querer vender obras para rotondas —como si eso sirviera para algo— ni por iluminados o extravagantes o eruditos, ni para hacer carrera ni pillar una asesoría justificada en un ‘porque yo me lo merezco’.
 
Astrid, Loli, no sé cómo perciben ustedes a la ciudadanía. Si lo hacen con una sonrisa de agradecimiento por ponerlas ahí, con una sonrisa forzada porque sólo quieren pueblo para un día cada cuatro años, o con un mohín de desagrado porque, por debajo del sillón que ocupan, todo les parece despreciable. También pueden pensar que el pueblo no las ha puesto ahí, sino las legítimas componendas postelectorales, con lo cual, por ser cierto, pueden no sentirse concernidas con el pueblo.
 
¿Considera alguna que el pueblo es poco instruido o antipático o que no tiene nada que decir?
Ignoramos si les preocupa lo que debería ocuparles, que no es otra cosa que nuestro bienestar, pues no hay nada más en la gestión de lo público. Para ello deben acometer obras, aprobar normas y ordenanzas... para ninguna otra cosa que no sea nuestro bienestar. Y por una sencilla conclusión de que somos los depositarios de sus acciones, deberemos tener la oportunidad de trasladarles nuestro parecer sobre esta casa que es el espacio común que habitamos, sea ciudad o isla.
 
Ahí conducimos nuestros esfuerzos y obligaciones cívicas, porque creemos que la suma de gestos individuales genera brillantes resultados. ¿Considera alguna de ustedes que el pueblo es poco instruido o antipático o que no tiene nada que decir? No creemos que vivan la tarea del gobierno que les ha tocado como una detestable obligación de la que nutrir su monedero y su vanidad. Desearíamos que no fuera así. Y descendemos al pantano para afirmar que nada bueno nos ha deparado Coalición Canaria (CC), quien podría estar gobernando ambas instituciones, como para que ustedes jueguen a parecerse a aquellos. Que el tiempo de los gestos para la galería, eso de los diferentes que son, ya terminó. Que no queremos más fotos con ofrendas a la Virgen.
 
Queremos que se deban a nosotros y que administren los cuartos, que velen por la casa común y que, de una vez, definan con meridiana claridad cómo van a averiguar si el pueblo quiere hablar y, en su caso, cómo lo van a hacer para que ustedes lo escuchen y construir su futuro. Juntos.
 
Quedamos a la espera de un nuevo tiempo. Era eso, ¿no?
 
Jorge Armas y quince firmas más.

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