Top Secret, 29 de enero de 2019

Los olvidados

Hay un sector de la población que parece invisible para los que diseñan las políticas que se aplican sobre esa población. No son los más pequeños, llenos de besos y mimos en cuanto empieza la campaña electoral. Tampoco los mayores, jartos de chocolate y Pepe Benavente. ¿Quiénes son, entonces? Siga leyendo...

Los olvidados

Hay un sector de la población que parece invisible para los que diseñan las políticas que se aplican sobre la población. No son los más pequeños, llenos de besos y mimos en cuanto empieza la campaña electoral. Tampoco los mayores, jartos de chocolate y Pepe Benavente. ¿Quiénes son, entonces? Recientemente, un grupo de alumnos del IES Teguise ha hecho públicos los resultados de un notable sondeo realizado a los estudiantes de 4º de la ESO y 1º y 2º de Bachillerato del centro. Una encuesta que aborda diferentes cuestiones, tales como el empleo, la educación, las identidades, los valores, los medios de comunicación o la política. El trabajo forma parte de un proyecto mucho más ambicioso que capitanea un profesor de Filosofía, cuya motivación ha sabido trasladar a los alumnos hasta el punto de implicarlos en el mismo a costa de sus horas libres. Un proyecto que, dicho sea de paso, ha contado con el distinguido ninguneo de la Consejería de Educación del Gobierno de Canarias, con tanta vista para detectar que los eSports aplicados a los institutos nos iban a colocar líderes del PISA como miopía para no darse cuenta de aquello que verdaderamente vale la pena. Y este proyecto, desde luego, lo vale. A los gerifaltes de la Consejería de Educación y a sus medianeros en la isla les ha de quedar el consuelo de que el afecto es mutuo: tanto quieren ellos a los alumnos del IES Teguise como aprecian estos el trabajo del Gobierno de Canarias.

Invisibles

El caso, decíamos, es que hay un sector que no figura en las políticas diseñadas por nuestras ilustrísimas. No ya en las políticas prioritarias, es que ni siquiera en las ordinarias, si es que hay alguna que no lo sea. Y ese sector es, precisamente, el piberío. Los patanes cortoplacistas de nuestros políticos se hinchan a besar bebés y ancianos, a contratar cuentacuentos y parrandas, a organizar cruceros y merendolas para tener contentos a papás, mamás, abuelos y abuelas. Pero esas interesadas atenciones desaparecen para un sector de la población que está entre los 14 y los 17 años. Que ni son chinijos a los que agasajar para encandilar a los papás, que son los que votan, ni tienen más de 18 para poder votar ellos directamente. Porque ese es el quid de la cuestión, o de hacer política: el voto. Y ahí, en esas edades, es donde se gesta el abstencionista del futuro. Hoy mismo, ahora mismo, ha nacido un nuevo desencantado de la política. Usted mismo, probablemente, conocerá de cerca unos cuantos descreídos. Seguramente comenzaron a serlo a sus 14 o 15. En plena olvidada adolescencia.

Transparentes

Ese sector, de entre los 14 y los 17 años, son los receptores de las políticas transparentes de los partidos. No transparentes por limpias de sospecha, sino porque miras a través de ellas y no ves nada. Porque nada hay. El piberío del IES Teguise, grosso modo, pasa de la política pero porque la política ha pasado de ellos con anterioridad. No se sienten actores de las acciones que llevan a cabo los gobiernos. Se quejan de no ser interlocutores válidos para las administraciones. Ni se les pregunta, ni se les escucha, ni se hace nada pensando en ellos o contando con su opinión. Ese es el criterio que tienen de lo público. Y así, claro, no es de extrañar que pasen de la política como de comer hierba. Y nótese la inmensa torpeza (otra más) de los lumbreras que llenan sillones y poltronas: el mandato dura cuatro años. Tiempo suficiente para que cualquiera entre los 14 y los 17 llegue a las siguientes elecciones en plena mayoría de edad. No es de extrañar que haya carretadas de nuevos votantes que se queden en casa. Ni siquiera la antaño mítica “primera vez” les motiva.

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