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“Félix, la Hormiga obrera”

Foto de archivo de Amalia M. Fajardo

Arrecife está gris, porque se despide de ti, Félix, con el peso de la gratitud quiero honrar tu paso por la vida con palabras que duren más allá del silencio.

Fuiste conejero de corazón, de esos que existían para construir puentes entre sueños y realidades. Dejando huella: con tu empeño constante, como hormiga obrera, fuiste parte esencial de algo más grande. Labraste caminos invisibles, cultivaste respeto, sembraste comunidad.
Como hormiga tenías esa fuerza incansable. Te ocupabas de apilar tierra, piedra a piedra y así edificabas pequeñas grandes revoluciones.
Gracias a ti hoy hay personas que leen historias que de otra forma no existirían, palabras que circulan allá donde tú quisiste llevarlas. Y sobre todo, gracias a ti, hay personas que escriben y se han animado a escribir desde un remoto lugar del mundo, Lanzarote, donde la escritura parecía una utopía.

Te recuerdo como mi primer padrino editorial, siendo faro, puerta y puente. Me presentaste con ternura, convicción, confianza. Y te estaré agradecida.

Hoy tu partida es un golpe de tristeza, pero celebro tu existencia. Las hormigas no mueren cuando cesan sus pasos; su obra persiste en los montículos que construyen, en los senderos que marcan. Tú nos dejas un montículo de comunidad. Una carretera de esperanza por la que muchos caminarán.

Descansa, Félix. Que el alisio te sea leve, el sol de tu tierra, y la fuerza de cada hormiga que sembraste te acompañen.

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