¡Que coman pasteles, Felipe!

Perdona, Felipe. Conociendo tus dotes de estadista universal quizás hubiera debido comenzar con ¡Qu’ils mangent de la brioche, Philippe!
Como bien sabes, aunque algunos autores ponen en cuestión tal atribución y consideran que la frase la pronunció alguna aristócrata, en el imaginario colectivo figura María Antonieta, poco antes de perder la cabeza, pronunciando la famosa frase, cuando alguien de la corte le comentó que la chusma se quejaba de que no podía comprar pan, que se había puesto por las nubes.
La frase quedó para la historia, la pronunciara María Antonieta o no, convertida en el reflejo de la brutal desconexión entre la corte y el pueblo. Justo como tú Felipe, que llevas años desconectado por completo no del pueblo, sino de la realidad.
He de reconocer que llevo años tratando de ignorarte no solo por higiene mental, sino por la tristeza que me produce contemplar el espectáculo patético de quien fuera un auténtico gigante refocilándose en la admiración hipócrita de quienes montaron una auténtica operación de estado para desalojarle del poder.
Me produce una tristeza inmensa ver convertida tu claridad de ideas en pura soberbia y me repele la condescendencia, cuando no el desprecio, que exhibes constantemente al referirte a tus sucesores y a tu partido, incapaz de soportar decisiones y pensamientos ajenos que pongan en cuestión los tuyos.
Me indigna tu deslealtad. Quien ha sido secretario general del Partido Socialista adquiere una deuda perpetua con nuestro partido, Felipe. No te confundas, el partido no te debe nada, la militancia no te debe nada. Eres tú el que nunca podrás terminar de pagar la deuda que has contraído con la militancia socialista, que te concedió toda la confianza, todo el afecto, toda la lealtad que necesitaste cuando te tocó dirigir al Partido Socialista y, sobre todo, gobernar España.
Morirás con esa deuda, como lo harán José Luis y Pedro, pero con una diferencia. José Luis ha demostrado, y estoy seguro que Pedro lo hará cuando llegué el momento, la altura de miras de entender que el servicio al Partido nunca se acaba cuando se ha sido su máximo responsable.
Nunca lo has entendido, Felipe. Por seguir con analogías francesas, borracho de soberbia te crees aquello de L'État, c'est moi, convertido en El Partido soy yo.
Por eso, Felipe, procuro saber lo menos posible de ti pero hoy me ha sido completamente imposible ignorarte cuando leí el titular insoportable: Felipe González: «Si Hamás no quiere que maten a niños y mujeres, ¿por qué no suelta a los rehenes israelíes».
Has tocado fondo, Felipe. Por humillar a Pedro y ganarte la aprobación de la derecha, sueltas un axioma vil: si Hamás no suelta a los rehenes, los palestinos no merecen vivir.
Sabes, porque te queda altura intelectual para ello, que las acciones de Hamás nunca podrán, desde la perspectiva del Derecho Internacional, justificar el genocidio que se está cometiendo.
Estás diciendo, y perdona por la simpleza, pero tengo que tratar de ponerme a tu altura, que después del atentado de Hipercor hubiera sido legítimo bombardear Bilbao.
Sabes, porque sabes de lo que hablas, que no hay una guerra en Gaza, que las guerras son entre países y enfrentan ejércitos. En Gaza se está cometiendo un crimen de guerra, un crimen contra la humanidad, bajo el amparo de una supuesta operación antiterrorista.
Hamás no tiene la culpa de lo que está haciendo Israel, por más que sea la causa o, quizás mejor, la disculpa porque es el gobierno israelí el que ha decidido cometer un genocidio televisado, que nada tiene que ver con su derecho a defenderse.
Lo sabes perfectamente, sabes la diferencia entre operaciones militares y operaciones policiales antiterroristas, que tienen como premisa insoslayable el respetar la vida de la población civil.
Me parecen sencillamente repugnantes tus palabras. Me asquea tu soberbia, la traición a lo que creímos que eran tus principios y tu complicidad con el horror.