Opinión

La nueva trinchera del machismo

Foto: Archivo
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La nueva trinchera del machismo

Cada 25N de este milenio recordamos que la violencia contra las mujeres no siempre deja marcas visibles. A veces se esconde tras una pantalla, disfrazada de burla, de “broma”, de comentario sarcástico o de meme compartido miles de veces. En el universo digital —ese espacio que prometía libertad y conexión— ha surgido una nueva forma de agresión silenciosa, constante y devastadora.

A medida que el feminismo conquista espacios, el machismo reacciona con furia. Lo vemos cada día en las redes sociales: un ejército de cuentas anónimas que atacan a jóvenes, sobre todo a aquellas que alzan la voz. Cuanto más visible es una mujer, más expuesta está a la metralla del odio. Nunca antes las mujeres de veinte, treinta o cuarenta años tuvieron tanta capacidad para expresarse, y nunca antes fueron tan ferozmente acosadas por hacerlo.

El patriarcado ya no necesita despacho ni corbata. Habita en los comentarios, se oculta tras un avatar y mide su virilidad en insultos. Se alimenta de la frustración y del miedo a perder privilegios. Y esa mezcla de resentimiento y anonimato encuentra terreno abonado entre los más jóvenes. Allí donde el feminismo habla de igualdad, ellos escuchan amenaza. Los llamados “gurús del macho alfa” prometen a los hombres recuperar la identidad perdida.

Pero lo que ofrecen, en realidad, es un espejismo: una masculinidad tóxica que solo se sostiene sobre la sumisión de mujeres que, hace mucho tiempo ya, dijeron ¡basta! En sus discursos se cuela el desprecio, la burla, la negación del derecho a existir de quienes no encajan en su molde hipermasculinizado. Pero no todo está perdido. Si la juventud libra esta batalla, en ella también está la respuesta.

Los mismos espacios que hoy se llenan de odio pueden ser reconquistados por el entendimiento, la educación y el respeto. No se trata solo de denunciar el acoso —que es imprescindible—, sino de reeducar en empatía digital, de reformular lo que significa ser hombre en el siglo XXI. Las plataformas, la prensa, las escuelas y las familias tienen una tarea urgente: proteger, acompañar y escuchar.

Crear espacios donde las mujeres puedan expresarse sin miedo, donde las nuevas generaciones aprendan que la fuerza no está en dominar, sino en comprender. Porque si el odio se viraliza con un clic, la empatía también puede hacerlo. Pero para lograrlo, necesitamos dejar de ver el feminismo como una amenaza y empezar a entenderlo como lo que realmente es: una oportunidad para ser comunidades más libres, más justas y más sensibles.

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