LUGARES
La carretera del Risco, de puerta al turismo de masas a sendero de caminantes

En 1964 se anuncia la construcción de una carretera entre Caleta de Famara y las Salinas del Río para acercar La Graciosa y abrir al turismo el norte de Lanzarote.
¿Te imaginas los alrededores de las Salinas del Río urbanizados, en el pie del Risco de Famara y frente a la isla de La Graciosa? Pues pudo suceder. No nos referimos a la idea de construir un túnel que atravesara el macizo para acceder en coche hasta un embarcadero que se construiría en El Río, y que conectaría ambas islas por vía marítima. Nos referimos a la construcción de una nueva carretera entre Caleta de Famara y las Salinas del Río. No sólo para mejorar la conectividad de la población graciosera, que se sentía muy aislada, sino para abrir al turismo de masas el norte de Lanzarote y la Octava Isla. Menos mal que fracasó.
Todo comenzó hace más de medio siglo. El 5 de marzo de 1964, llegó a Lanzarote el subsecretario de Obras Públicas, Vicente Mortes Afonso, quien poco antes había ocupado la Dirección General de Carreteras. Anuncia la construcción de una nueva carretera entre Caleta de Famara y las Salinas del Río, “que no sólo acortará mucho el camino hacia La Graciosa, sino que permitirá abrir al turismo esa maravillosa zona del norte de Lanzarote, bellísima por sus paisajes naturales y por contar con una playa de varios kilómetros de longitud”.
1968: “Cien millones para una carretera de acceso a La Graciosa”
Al año siguiente, en septiembre, el Consejo de Ministros autorizaba a celebrar la subasta de las obras de ampliación del abastecimiento de agua a Arrecife, unas obras que comprendían la construcción de nuevas galerías de alumbramiento, varias redes de distribución y la construcción del camino de acceso al Risco Famara. En agosto de 1967, la empresa adjudicataria, Cubiertas y Tejados, trabajaba en el camino de acceso a las galerías “atravesando el Risco de Famara (…) que tendrá un gran interés turístico por su situación a lo largo del acantilado y por proporcionar además un cómodo acceso a la isla de La Graciosa desde las Salinas del Río, separadas de La Graciosa por breves minutos de falúa”.
En noviembre de 1968, el ministro Información y Turismo, Manuel Fraga, gira visita a la isla y adelanta “los fabulosos planes que el Estado tenía ya elaborados para la isla de La Graciosa”. Al año siguiente, nuevo titular en prensa: “Cien millones para una carretera de acceso a La Graciosa”. Las Cortes aprueban el dictamen sobre la promoción turística de la islita y, oficiosamente, se filtra que Información y Turismo “concederá unos ochenta millones de pesetas al objeto de terminar, ensanchar hasta siete metros y pavimentar, la carretera que el Ministerio de Obras Públicas está construyendo sobre el Risco (…) a partir de la galería número dos del acantilado de Famara”.
“Embarcar en las Salinas del Río, al nivel del mar, y no en Órzola”
Las crónicas de la época recogen que la adversa orografía sólo había permitido construir un camino estrecho y sin pavimentar, por lo que, “si la noticia que ofrecemos llega a confirmarse”, la nueva pista “acortará extraordinariamente la distancia entre Lanzarote y La Graciosa, quedando reducida hasta sólo ochocientos metros y el viajero podrá embarcar en las Salinas de Santa Coloma [del Río], al nivel del mar, y no en Órzola, como hasta ahora se ha venido haciendo, evitándose de esta forma el navegar en mar abierta, convirtiéndose así el trayecto marítimo en mucho más corto y cómodo, mientras el terrestre se reducirá también en muchos kilómetros. Así pues, todo esto cobra ahora doble valoración, como consecuencia de la promoción turística de La Graciosa, cuyos pobladores recibirán también considerables beneficios cuando finalicen los trabajos de construcción de la nueva carretera”.
Pero, la noticia oficiosa no se confirmó y de aquello nada más se supo, ya que los planes desarrollistas para La Graciosa no prosperaron, por lo que decayó asimismo el interés por la carretera. Lo único bueno de aquel fracaso es que quedan los restos del camino, una pista excavada en la falda del acantilado que cruza el Risco de forma transversal. El tramo más accesible se utiliza como acceso a las galerías de agua. En la actualidad, los senderistas lo han convertido en una ruta que ofrece hermosas vistas del Risco, la playa de Famara y el Archipiélago Chinijo.