Apadrinar un jardín o crearlo

Apadrinar un jardín o crearlo

Como que no suena mal la propuesta del concejal Íñigo Inchausti de Ciudadanos (Cs), aunque a mí no me guste plenamente. Y aunque siendo posible y yo no lo defendería, en el fondo parece un buen principio que, como tal, podría compartirlo. Un sí y un no, efectivamente, y lo explico.
 
La propuesta de Cs de que cada centro educativo del municipio de Arrecife apadrine un parque o un jardín parece tener algunos escollos que sortear. La primera duda es cuántos espacios verdes hay censados en la ciudad, por pensar en Arrecife, y cuántos centros educativos. Porque igual tocaría a un parque por cada cinco centros. Trasladándonos a otros municipios habría que concentrar a todos los centros en la plaza de la iglesia, que siempre cuentan con algo parecido a un jardín. Uno y no más.
 
De mayores ni preguntamos por un árbol o un jardín
Siendo un buen punto de partida por aquello de la educación en lo medioambiental y en el civismo, es probable que el asunto lleve una vuelta más, y propongo a Cs que se la dé y que considere la conversión de cada centro educativo en un jardín en lugar de apadrinar uno externo.
 
Transcurre nuestra niñez y adolescencia en esa suerte de campos de concentración donde nos aparcan cuando empezamos a corretear. Pasamos del hogar a ese exilio espiritual que aliena y hasta embrutece en lo ambiental. Jugamos al sol o bajo una pérgola, si es que existe, desconociendo la sombra del árbol y el contacto con unas ramas. Ni sabemos del bienestar bajo sus copas ni de imaginadas aventuras y sueños. De mayores, fuera de los recintos, ni preguntamos por un árbol o un jardín porque nos enseñaron que no eran necesarios. Así nos ha ido.
 
Unos agujeros en el suelo, un presupuesto mínimo y se obra el milagro
Por qué no en cada centro un jardín y unos árboles de los que responsabilizarnos durante los años escolares. Ello, porque sabemos de la dificultad de la atención de un eventual jardín fuera del centro y de la responsabilidad de mover a la tropa, ya sea semanal o quincenalmente, fuera de aquellos límites. Que se los pregunten al profesorado. 
 
Mejor ejercer cada día el afecto y el cuidado de la naturaleza en nuestro colegio e instituto, porque de ahí saldrán ciudadanos comprometidos, responsables y exigentes. Unos centros educativos acogedores en sus espacios libres pasarán al listado de los recuerdos imborrables de nuestra niñez. Tal y como pasa en la Escuela de Arte que ignoro si el señor Inchausti conoce. Un lugar para el bienestar en ese aspecto que le preocupa. Sin duda, una experiencia, la de ‘El Pancho’, que exportar de los verdes límites de la parcela que ocupa en la ciudad. Sí, si no lo había considerado, es posible. Y deseable para nuestros jóvenes.
 
Unos agujeros en el suelo, un presupuesto mínimo y se obra el milagro. Salud, educación y bienestar a nuestros niños y jóvenes, y que ustedes lo vean.

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