OFICIOS ARTÍSTICOS
Artesanía tradicional, el declive de los viejos oficios

Los viejos usos y costumbres se encuentran en caída libre. Con los cambios económicos y sociales, las nuevas artesanías se abren paso relegando al olvido a la tradicional.
Con los cambios económicos y sociales, las nuevas artesanías se abren paso proscribiendo la tradicional al olvido. La ecuación es muy sencilla: los viejos usos y costumbres se encuentran en caída libre y, con ellos, los antiguos oficios. No obstante, Lanzarote en Pie – Sí Podemos propone un gran pacto insular para mejorar las rentas del sector y rescatar los viejos oficios artesanos. Loable iniciativa, pero parece que los tiempos están en contra.
Casi todo lo folclórico está en retroceso. Esta época de cambios profundos y veloces, junto a la globalización, están devorando el particular conjunto de costumbres, creencias, artesanías, canciones, y otras cosas semejantes de carácter tradicional y popular. Aquí y en todos los rincones del mundo. Lo que, en épocas pasadas, se reconocía con nitidez como cultura lanzaroteña ha transmutado en paralelo con las intensas transformaciones económicas y sociales. La práctica desaparición de las labores agrícolas y pesqueras tradicionales ha abocado a la artesanía a ocupar un espacio testimonial. Sólo la música folclórica aguanta los embates fuera del corsé de las fiestas locales, siempre y cuando haya un timple y buen ánimo por medio.
La artesanía y el folclore musical subsistieron cogidos de la mano, íntimamente, durante siglos
La artesanía y el folclore musical subsistieron cogidos de la mano, íntimamente, durante siglos. La artesanía aportaba los vestidos e instrumentos de cuerda, así como los útiles empleados en el pasado para las actividades económicas y la subsistencia en el hogar, mientras que el folclore musical no era sino el reflejo del antiguo y cotidiano modo de vida marinero y campesino. Casi todo eso no es ya más que historia.
La artesanía se nutre de lo que el entorno ofrece. En Lanzarote, la escasez de recursos provocó que las labores artesanas discurrieran por estrechos límites, sin que por ello se pueda hablar de una artesanía pobre o de escaso interés. Al contrario. Así, se desarrolló una fecunda tradición alfarera y de productos derivados de la hoja de la palmera, como los pírganos, y otras fibras vegetales, al igual que una variada y reconocida artesanía textil. Los derivados de fibras vegetales dieron lugar a labores de cestería de junco, palma, palmito y paja de centeno, mientras que en el ámbito textil arraigaron trabajos de telar, calado, roseta, bordado, ganchillo y punto de media. Característico de la isla es la empleita, de hoja de palmera, con la que se confeccionan esteras, bolsos y el útil usado para dar forma a los quesos.
El bordado se ve menos. Sobre una tela se cose a mano, obteniéndose manteles y paños con motivos florales. Lo mismo sucede con el calado, labor lenta y exigente que precisa una gran atención del sentido de la vista. La más extendida es la roseta, elaborada con hilo, y se realizan desde posavasos hasta manteles.
Los instrumentos musicales tradicionales giran en torno a la cuerda, entre los que destaca el timple
La cerámica conserva de su origen prehispánico el color ocre claro y la decoración incisa con gran variedad temática. Se realiza íntegramente a mano, sin usar el torno y sin ayudarse de más herramienta que el callao, cuya finalidad es ayudar a dar forma a las piezas y alisarlas una vez terminadas. Doña Dorotea Armas Curbelo, fallecida en 1997, y Juan Brito, fallecido el año pasado, son fieles exponentes de la tradición ceramista de la isla, que tiene continuidad en sus propios descendientes y en otros artesanos.
Los instrumentos musicales tradicionales giran en torno a la cuerda, entre los que destaca el timple, extendido en toda Canarias, que nos trae a la memoria al maestro Simón Morales Tavío, caletero de nacimiento. La cantería se centra en la dura piedra de basalto, cuyos artesanos se dedican, sobre todo, a realizar pilas de abrevadero, morteros para majar el grano, molinos de mano, brocales de aljibe o caños para canalizar el agua de lluvia caída en los techos de las casas, siempre de una sola pieza y con fines decorativos.
Coincidiendo con las fiestas de Los Dolores, desde 1990 se venía celebrando cada año, junto a su santuario de Mancha Blanca, una feria de artesanía tradicional, que tristemente ha perdido se segundo apellido: tradicional. Parece inevitable que, junto a los cambios económicos y sociales, las nuevas artesanías se abran paso relegando a aquella al olvido. La explicación es muy sencilla: las piezas tradicionales han dejado de tener la función, sobre todo doméstica, que se les daba en el pasado. Sin demanda, no hay oferta: el declive es inevitable; la extinción acecha a la vuelta de la equina.