Burros sin alas

Elitista. Aquí, entre volcanes, la acusación máxima, la suprema a quienes defienden el territorio desde una óptica manriqueña, es la de elitista. Es la que te saca del mundo, porque ladrón y todas esas charangas ya no tienen importancia en esta isla. Bueno, si no robas eres rarillo o gilipollas, pero sólo eso. Bueno, o un inútil o no útil para proyectos. Pero vamos a parar, tú me entiendes.
 
Cuando a la Fundación se le dice elitista, en realidad lo que se está diciendo es: "Me dejaste fuera, hijo de puta"
Si uno busca elitista en la realísima lengua de la Academia y hasta por el gaznate para abajo, pues tampoco es que sea por ahí por donde van los tiros. Vamos, es como lo de hijo de puta: nunca se dice porque quieras señalar que alguien fue parido por prostituta. Salvo que la prostituta fuese millonaria y entonces lo de hijo de puta si señalaría para allí. Por suertudo. Así que cuando a la Fundación se le dice elitista, en realidad lo que se está diciendo es: "Me dejaste fuera, hijo de puta". Má o menos… Porque ell@s lo ven como un pastel, no como una responsabilidad. Y yo pensando ahora que estos acusadores de elitista se las traen un poco. Vamos a ver, ¿por qué caballos y camellos como obras de arte y no burros? ¿Y por qué en la mar y la tierra y no en el aire? Ya sabes, un burro volando… Yo también tengo mi vena artística chufli-moderna. Y tengo una idea para rematar todo esto y cerrar el circuito.
 
Hablando de burros, debajo del Risco, frente a La Graciosa y bajo el Mirador del Río está la playa del Burro. ¿Y quién mejor se merece un homenaje que el pobre y marginado burro y los pobres que, más de una vez, giramos el cuello y no lo vimos volando? Así que he pensado que como allí también hay un río pues nos vale, y no tenemos que pasar primero el asunto por el trámite del Támesis. Que, además, ahora, los ingleses tienen de sobra con sus burradas.
 
Imagínate los cuatro burros del apocalipsis flotando entre tu mirada y el vacío con los islotes de fondo
La idea es hacer unos grandes burros flotantes, en el aire, anclados bajo el Risco y delante del Mirador, que por ahí sí pasa gente y no por el muermo de museo del castillo de San José. Idea no, proyecto, que excita a más. Imagínate los cuatro burros del apocalipsis flotando entre tu mirada y el vacío con los islotes de fondo. Pongo lo de cuatro y apocalipsis para que se pueda querellar por plagio el artista; ya sabes, río, caballos, delante de César… algo habrá que darle para la bilis porque nunca, nunca, se perdonará que no se le ocurriera, qué oportunidad perdida, para hacer a César famoso en todo el mundo. ¡Ja! Y las rentas.
 
Los días de mucho viento se podrían posar y guardar en grandes almacenes subterráneos, junto a las salinas restauradas y ya tendríamos otro súper centro turístico más. La decoración, iluminación y construcción de los almacenes, por supuesto, se la dejaba a mis paisanos artistas, no fuera yo a quedar de elitista y come todo. Y ahí es, además, donde está la pasta. Los burros sería lo más barato. Y los almacenes, cuando se fueran los guiris, podrían servir de aljibes. Los polos giran.
 
A cambio de ceder los derechos de autor, sólo pediría que soterraran el tendido eléctrico del Risco, no sea que me vaya a electrocutar a un burro. Eso, además, lo entenderán mejor que el que esté electrocutando hubaras y demás avechuchos. Que el arte es el arte. Y con los pájaros se puede hacer el burro. Pero hacer el burro con el arte es de mal pájaro.
 
Y yo cumpliría con un viejo sueño que, además, uniría muchos pensamientos filosóficos y estudios sobre las religiones y la conciencia, que sería poder decir: “¡Mira un burro volando!”. ¡Ja! Y que estuviera allí. ¡Enorme! A centenares de metros de altura, en medio del paisaje más glorioso soñado. El resto de significados y su concreción los dejo para el amigo Castro. Seguro que le saca algún libro al tema. Pero que no me los haga panteístas o los ‘metafísique’ mucho: son burros volando. Que ya da.
 
Caballos mariscando o camellos dirigiendo el tráfico. El arte del cuento de contar el arte
Ya tengo los colores de los cuatro burros, pero no los digo porque, conociendo el patio, me va a aparecer un batallón de coloristas y coloreadores llamándome elitista y sólo tengo cuatro burros para colorear. Y ahora cierra los ojos, entra por el túnel blanco del Mirador, acércate al balcón e imagínalos allí, flotando en la inmensidad de aquel paisaje sobrecogedor. Cuatro burros enormes y grandes a la vez, según tu coco va adaptándose.
 
La gran burrada sobre la playa del burro. ¡Ja! Pero, sigue mirando y observa que cuando les da el viento bien, a dos de ellos les sale entre las patas una tremenda pollaburro. La paridad está garantizada, junta con la parida. Y saben que tengo razón; por más que les duela, las fotos desde el Risco con los cuatro burros volando con la puesta de sol al fondo darían mil vueltas al mundo. Y yo sería muy famoso.
 
Pero hace tiempo que comprendí que era mentira, que cuando te dicen: “¡mira un burro volando!” es cuento, como lo de caballos mariscando o camellos dirigiendo el tráfico. El arte del cuento de contar el arte. Pero, ¡coño!, no se me quita de la cabeza el burro volando. Que burrada más magnífica. Y para los que vienen detrás, tranquilos: quedan las cabras, los conejos y hasta l@s conejer@s que no sean campesin@s, que esos ya tienen el suyo. Y buena bronca que costó.
 
Y no se queda ahí. Por la ubicación donde están, los pasajeros que entren y salgan de Lanzarote tendrían una visión alucinante desde sus ventanillas de los cuatro burros flotando. Y no más aterrizar, sólo pensarían en ir al Mirador a ver los burros con calma. Estoy pensando en el teleférico de Dimas y que se podría troquelar por unas canastitas colgando de los burros, y así subir y bajar turistas a la playa del Burro, así como en globo-burros. Pero solo se podría hacer pocos días y para unos pocos, y ya volveríamos con lo de elitista.

Comentarios