Crónica conferencia “De la ciudad tránsito a la ciudad hogar”
El coche, una vaca sagrada a la que combatir mediante estrategias
Seis pasos son necesarios para devolver la ciudad a los ciudadanos, que sean ellos los principales protagonistas del espacio público en detrimento de los coches.
Seis pasos son necesarios para el cambio “de la ciudad tránsito a la ciudad hogar” o lo que es lo mismo: para devolver la ciudad a los ciudadanos, que sean ellos los principales protagonistas del espacio público en detrimento de los coches. Esto es lo que el experto en movilidad, Màrius Navazo, trasladó a los asistentes a la conferencia celebrada este jueves en la sala José Saramago de la Fundación César Manrique.
La ciudad de tránsito ha confinado los espacios de recreo, y la ciudad hogar lo que pretende es traerlos de vuelta a la ciudad, explicó Navazo para a continuación aclarar que, en España "la mitad de los desplazamientos en coche son de menos de tres kilómetros, por lo que se podrían hacer a pie o en bici, pero el problema es que tenemos un síndrome de Estocolmo con el coche”.
Partimos de la premisa de que en la sociedad actual "el coche es una vaca sagrada, si queremos combatirlo hay que pensar en estrategias" y para ello lo primero que hay que plantearse es ¿podemos planificar como queramos el espacio público?.
La base para comenzar a proyectar el espacio público es el marco legal, aclaró el experto. Es decir, la normativa a seguir y que regula cuestiones relacionadas con la salud pública: la calidad del aire, la contaminación acústica o la seguridad vial. Así mismo, se deben tener en cuenta otros retos que, aunque no están dentro del marco legal "son determinantes", como la autonomía de las personas, la seguridad ciudadana o la potenciación de los vínculos de las personas con el entorno urbano…
Hay que tener presente que el espacio público es “escaso y finito”, si se gana para los coches se le quita a los peatones y viceversa. "No se puede contentar a todos" y esto provoca que "las calles sean un espacio de conflicto". "No hay soluciones mágicas, la decisión de cómo queremos que sea una calle no responde a criterios técnicos, sino ideológicos o estratégicos", aseveró el experto.
La mayoría de las calles son un pasillo, sirven para circular, para ir de un punto a otro, “pero las calles no deberían ser carreteras”, sino espacios donde los niños juegan, hay personas que pasean, otros que charlan o toman la fresca. Entonces llegamos al punto dos: ¿cómo cambiar de calles pasillos a calles habitación? Marius Navazo afirmó que actualmente este tipo de espacios están confinados en parques o plazas que, con suerte, se sitúan a dos o tres manzanas de la puerta de tu casa, que es el espacio natural de relación.
En las calles pasillo los protagonistas son los coches, mientras que los peatones quedan relegados a un segundo plano. Por el contrario, en las calles habitación el coche es un invitado que "pasa con pudor", y los ciudadanos son los anfitriones. Navazo pidió un acto de fe: afirmó que después de décadas diseñando aparcamientos y calles de tránsito, si estos se reducen no pasa nada, "no se hunde la actividad económica".
La tercera cuestión. ¿Dónde actuar? Las calles habitación las podemos hacer en la mayoría de vías pues solo una de cada cuatro calles de las ciudades son arterias principales de circulación, aquellas que te permiten llegar de una punta a otra. El resto son calles secundarias, y estas son las podemos transformar.
¿Cómo actuar? El experto lo tiene claro: “cambiando las reglas del juego, pero sin cambiar el tablero”. El reto es recortar el statu quo del coche, transformar el espacio sin hacer obras. Según Navazo esta es la manera “más inteligente” de intervenir: pintura en la calzada y mobiliario urbano. Así se hizo en Times Square, Nueva York, una zona por la que pasan al día 350.000 personas.
Navazo explicó que intervenciones de este tipo son mejores que plantear una gran obra puesto que, además de ser económicas son reversibles, se puede comprobar si funcionan o no. Una obra es una decisión permanente, mientras que actuar pintando la calzada, poniendo sillas, mesas, jardineras es una prueba que se deja un tiempo y luego se evalúa si la decisión ha sido buena o no.
Un ejemplo de éxito es la calle Ricomá de Granollers. Se transformó sin coste poniendo dos moles de cemento en medio para que los coches llegaran hasta el centro, pero no la traspasaran, se pusieron bancos, se pintaron juegos en la vía para los niños y de ser una calle de tránsito, vacía y estrecha por la que solo transitaban coches, pasó a convertirse en una plaza. Los vecinos comenzaron a relacionarse, a crear vínculos, y tanto fue así que realizaron castañadas, calçotadas, butifarradas en la calle y hasta la decoraron con luces y un gran árbol entre todos en Navidad.
Es hora de preguntarse, ¿por dónde comenzar? Lo primero es buscar un aliado, algún colectivo que esté dispuesto a asumir el reto, a apoyar el cambio. Y a partir de aquí hay que hacer lo posible para que la primera experiencia funcione bien porque si lo hace los vecinos de otras calles pedirán lo mismo para la suya y la vaca comenzará a ser cada vez menos sagrada.