Las escuelas unitarias se extinguen lentamente en el Archipiélago, aunque en Lanzarote parece que se ha encontrado el antídoto para resistir. Hace diez años había en la isla trece escuelas unitarias atendidas por unos treinta maestros. A ellas acudían más de 300 niños y niñas que estaban encantados de realizar sus estudios en la misma localidad en la que vivían. Los padres también estaban privados porque mantenían una relación más estrecha y cercana con el profesorado. La foto no ha cambiado mucho. El modelo consiste en tener abiertas escuelas en pequeñas localidades rurales en las que alumnos de tres a 12 años comparten aula y profesor, con el apoyo de otros maestros itinerantes en materias como de Música, Inglés o Educación Física.
El panorama es sombrío en otras islas. En junio de este año se anunció que cinco escuelas públicas cerrarán en Gran Canaria por falta de alumnos. Tristemente, así es todos los años, ya que siempre se produce el cierre de alguna escuela rural en el Archipiélago. Emblemas de una forma de vida y de una manera de transmitir el conocimiento, la mayoría de ellas parece condenada a desaparecer. Lanzarote no escapa a esa tendencia y se han esfumado escuelas unitarias como las de Santa Bárbara en Máguez, Santa Rosa en Órzola y Teseguite.
Hay personas, entidades e instituciones que no se quedan cruzadas de brazos ante la pérdida de estos tesoros
Pero hay personas, entidades e instituciones que no se quedan cruzadas de brazos ante la pérdida de estos tesoros. Hay profesores y padres que luchan por impedir el cierre de escuelas unitarias, pero también existe un original movimiento asociativo articulado en torno a la defensa y potenciación de este modelo educativo de gran arraigo en el medio rural. Además, a finales del último curso, el propio Consejo Escolar de Canarias recomendó a la Consejería de Educación del Gobierno de Canarias la elaboración y aplicación de un plan para la salvaguarda de las escuelas unitarias, reclamando que estos centros puedan contar con líneas de transporte.
Las escuelas unitarias canarias datan de los años ochenta del siglo XX. Con su puesta en marcha se intentó dar respuesta a las necesidades educativas de muchos menores del medio rural, sobre todo en localidades dispersas y alejadas y en islas de orografía accidentada. Por estas razones, todavía en vigor -incluida la evidente fragmentación geográfica-, muchas escuelas no han podido ser cerradas, a menudo contra el criterio de las autoridades educativas, más preocupadas en general por contener el gasto público que por extender del saber, sobre todo cuando se desató la última gran crisis económica.
A pesar del los recortes y los cierres, el modelo aguanta, ya que Canarias se encuentra entre las Comunidades Autónomas con más centros de estas características, en torno a 150, en los que estudian cerca de 2.000 alumnos de infantil y primaria. No obstante, hay padres que prefieren llevar a sus hijos a otros centros con más alumnos porque creen que facilita la relación con más niños.
Se mantiene en pie un profesorado comprometido en ofrecer contenidos curriculares adecuados al entorno y al alumnado.
El Sindicato de Trabajadores de la Enseñanza de Canarias-Intersindical Canaria (STEC-IC) siempre ha formado parte de las fuerzas de la resistencia. El sindicato considera que este tipo de enseñanza desempeña una labor fundamental como eje vertebrador en la conservación del medio rural. Al mismo tiempo, sostiene que está altamente contrastada su valía como modelo educativo diferenciador al ofrecer espacios propicios para el desarrollo de experiencias educativas inclusivas e integradoras, en oposición frontal al modelo de hacinamiento del alumnado en macro centros que la Consejería de Educación, con su política de recortes, pretende consolidar con carácter exclusivo.
Un estudio realizado por el STEC-IC en Gran Canaria revela la alarmante política de desmantelamiento y cierre de este tipo de centros desarrollada por la Consejería. Ello se concreta en la desaparición, durante los últimos 15 años, del 64% de las escuelas unitarias y centros incompletos existentes en dicha isla. Pero se mantiene en pie un profesorado comprometido en ofrecer contenidos curriculares adecuados al entorno y al alumnado, pese a las constantes amenazas de cierre por parte de la Consejería y sus servicios de Inspección, empeñados en vaciar los mismos de alumnado para justificar su posterior cierre. Pese a ello, la mayor parte de las escuelas rurales garantizó para el presente curso 2017/18 las matriculaciones necesarias, por lo que su demanda y aceptación social están fuera de toda duda.
Una reclamación común es dotar a las escuelas unitarias de transporte, comedor y actividades extraescolares
Del estudio realizado en Gran Canaria, cuyos resultados son extrapolables a otras islas, se desprende que las principales reivindicaciones planteadas por los centros giran en torno a la insuficiente atención a las necesidades educativas especiales, la escasez de personal docente y no docente, la falta de mantenimiento y la insuficiente infraestructura educativa para el desarrollo de la actividad cotidiana. Otra reclamación común es la necesidad de dotar a estos centros de transporte, comedor y actividades extraescolares.
Es un hecho evidente que para la Consejería de Educación la prioridad no es mantener un sistema educativo adaptado al medio, eficaz, inclusivo y que ofrezca posibilidades de éxito pedagógico como el que pueden ofertar las escuelas rurales de Canarias. Por el contrario, lamentablemente, ya forman parte del paisaje rural de las Islas las infraestructuras educativas abandonadas que han dejado de prestar su servicio como elementos mantenedores del tejido social rural, con alto valor ecológico, de identidad cultural y contenido etnográfico. Sin embargo, la respuesta de sus protagonistas es clara: ¡ni un paso atrás!
La de Los Valles aguanta
La escuela unitaria de Los Valles ha conseguido mantenerse abierta hasta ahora. Para ello, ha puesto sobre la mesa que la enseñanza en estos centros comporta importantes ventajas, no sólo académicas, también sociales. Entre ellas está el hecho de que los estudiantes más pequeños intenten imitar los comportamientos de los mayores, lo que permite que se desarrolle más rápidamente la cooperación y el entendimiento.
Al compartir el mismo espacio y a través de las explicaciones del profesor, y las dudas y demostraciones a los mayores, el alumnado de menor edad va familiarizándose con conocimientos que abordará en cursos escolares venideros. Dado el número de estudiantes, en estas escuelas se percibe igualmente una instrucción más personalizada y mayor entusiasmo en la realización de actividades escolares, así como mejores condiciones para el aprendizaje, centradas en la relación de los miembros de las comunidades educativas.
“Hoy siento una gran tristeza e impotencia en mi corazón; hoy se derrumban los pilares de un trabajo realizado con mucho amor y aún más compromiso personal y saber hacer profesional (…) Me debo a mi alumnado y a sus familias; mi deber es velar por ellos y voy a hacer lo que esté en mis manos para seguir respetándolos como se merecen, para que aprendan siendo felices y para que consigan la educación que están pidiendo a gritos y a la que tienen derecho. Y para que aprendan que las causas justas se defienden con los recursos necesarios”.
Carta de una maestra ante el anuncio de cierre de una escuela unitaria