CÉSAR MANRIQUE. 100 AÑOS DE VIDA

Jardín de Cactus, la última obra pública de César Manrique para el Cabildo

Fotos: CACT Lanzarote.

Olivia M. Stone (1884): “Cerca del molino de viento hay una zona donde se extrae tierra (…) dejando diseminados algunos monolitos de lava, columnas que se yerguen verticales (…)”.

Jardín de Cactus, la última obra pública de César Manrique para el Cabildo

César Manrique crea el Jardín de Cactus reciclando una antigua cantera de extracción de materiales volcánicos a cielo abierto que había sido abandonada y era utilizada como vertedero. Esta última intervención de arte público de Manrique en Lanzarote fue larga e intermitente, ya que se prolongó durante casi un cuarto de siglo.
Ubicación del Jardín: valor paisajístico y posibilidad de rehabilitar un paraje degradado
 
En mayo de 1967, el pleno del Cabildo Insular aprueba el acondicionamiento de los accesos y los jardines exteriores del futuro Jardín de Cactus. Finalmente, el centro se inaugura el 17 de marzo de 1990 en un evento en el que César Manrique recordó a su amigo José Ramírez, el presidente del gobierno insular que respaldó sus propuestas artísticas en la naturaleza, le dedicó su última obra e hizo entrega de una placa “a su discípulo” Luis Morales Padrón, encargado general del Cabildo. El acto supone el colofón a toda una época.
 
Como sucediera con otros atractivos de la isla, este enclave ya era conocido y valorado. A principios de 1884, cuando la experimentada viajera inglesa Olivia M. Stone visita Lanzarote, escribe: “Cerca del molino de viento hay una zona donde se extrae tierra (…) dejando diseminados algunos monolitos de lava, columnas que se yerguen verticales (…)”.
 
En la ubicación del Jardín concurrieron dos de las condiciones típicas en la selección de los espacios que hacía Manrique: valor paisajístico y posibilidad de rehabilitar un paraje degradado. El artista escogió una antigua cantería del pueblo de Guatiza convertida en vertedero y situada en una zona donde predominan los llamativos cultivos de nopales para la producción de cochinilla.
Durante muchos años, bajo la batuta del encargado general se van produciendo pequeños progresos
 
Las obras se acometen por etapas y la primera tarea consiste en adquirir el molino de viento y las fincas colindantes. En marzo de 1969 concluye la restauración del molino de Guatiza, que coronará el futuro Jardín de Cactus. Durante muchos años, bajo la batuta del encargado general del Cabildo, Luis Morales, se van produciendo, poco a poco, pequeños progresos:
 
“Sólo estaba el tronco del molino y la cueva de donde se sacaba el picón. Era un vertedero. Se limpió y se habló con los vecinos, de casa en casa. César estaba empeñado en que se hiciera el Jardín desde el principio. El primero que empezó el Jardín fue Pepín [Ramírez]. Arregló el molino e hicimos unos primeros muritos. Se gastó un poco de dinero y la obra se paró”. 
 
A finales de 1979 la prensa recoge que César Manrique está realizando el Jardín de Cactus. Se aprovecha el escenario natural, en medio de la antigua zona de extracción de rofe, y se escalonan unas terrazas para plantar diversas especies de cactus. El encargado general trabajaba estrechamente con el artista:
 
“Cuando necesitábamos escombros para una carretera, lo sacábamos de allí y a la vez íbamos excavando. El hoyo era muy grande y nos obligaba a hacer jardineras para que lo muros no fueran tan altos. Los monolitos eran naturales, y según se sacaba el relleno se fueron descubriendo. Alguno se partió y lo reparamos. Poco a poco fuimos limpiando el Jardín aprovechando el material para los caminos vecinales, a iniciativa mía”.
 
En esos años, en sus comparecencias ante los medios de comunicación, César Manrique sigue refiriéndose a su proyecto de crear el Jardín de Cactus sin que se produzcan avances notables. A partir de 1983 se retoma la finalización del Jardín de Cactus:
“La vegetación la iba viendo César con Estanislao González y el terreno se preparaba para plantar los cactus”
 
“César tenía un dibujo y se lo pasó a la Oficina Técnica, y sobre esos planos nos pusimos a trabajar. Hubo que cambiar algunas cosas sobre la marcha porque, por ejemplo, el lago al final es un poco más grande y se reubicó delante de la tienda, o el taro de entrada, que César corregía con notas y dibujos en el mismo plano de planta. César quería el molino en blanco y lo demás todo en piedra. La vegetación la iba viendo César con don Estanislao González y el terreno se preparaba para plantar los cactus. Debajo del pavimento de piedra del Jardín hay arena. Como se hacía con los adoquines, se ponía arena húmeda, con la cara buena de la piedra hacia arriba. Si algo se reforzaba con un poco de cemento y se manchaba la piedra, se le aplicaba chorro de arena a presión y se limpiaba”.
 
La disposición del acceso impide ver parcialmente la obra, de tal manera que el visitante gira por un pequeño pasillo hasta que, de repente, aparece la vista completa del Jardín de Cactus. Tras superar la estrecha entrada, el espectador se encuentra en un punto alto desde el que contempla un mundo lleno de referencias visuales y de vivos contrastes de colores. Un espacio de tintes mágicos y oníricos que ha sido concebido de forma global y cuya estructura casi circular recuerda a los teatros de antigüedad, ya que se va elevando poco a poco mediante unas terrazas muy similares a los bancales de la agricultura local.
 
Desde las claves estéticas propias de Manrique, el Jardín de Cactus es una fecunda aportación a la tipología de los jardines que tanto se ha revitalizado en la modernidad. Una obra integradora y totalizadora, en la que las características del artista se notan tanto en las grandes líneas como en los pequeños detalles. Manrique en estado puro, combinando arquitectura, intervención espacial, escultura, interiorismo o jardinería en busca de su rica fórmula de arte total.
 
[Del catálogo Universo Manrique, Centro Atlántico de Arte Moderno, CAAM, 2019]

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