En memoria de Agnès Varda

En memoria de Agnès Varda

Hace cosa de unos pocos meses, el consejero de Cultura del Cabildo, nuestro querido Óscar Pérez, nos propuso, a mi camarada Busky Curbelo y a un servidor, elaborar una lista de cineastas de todos los tiempos para rotular con sus nombres los tramos de las escaleras que conducen hasta la sala de cine de El Almacén. Un encargo por el que nos sentimos muy honrados y agradecidos y que se debe fundamentalmente al trabajo de estos años atrás al frente de la Muestra de Cine de Lanzarote, que alguna alegría también nos ha reportado. 
 
No hará falta repetir lo que ha significado ese cine para muchas personas de esta isla. El malogrado cineasta conejero Pedro Paz, de cuyo repentino fallecimiento se cumplirán veinte años por estas fechas, afirmó en su momento que la Sala Buñuel había sido su verdadera escuela de cine, la única escuela de cine a la que hemos podido asistir muchas personas en Lanzarote. Qué más se puede añadir.
 
‘Sin techo ni ley’, de Agnès Varda, se proyecta en el cine de El Almacén este sábado, día 30
Pero pasadas las primeras emociones, llegaron las premuras y los agobios. Se trataba de elaborar una lista de treinta nombres, dos por cada una de las quince contrahuellas, por lo que debían quedar fuera varios de los por lo menos trescientos que habíamos previsto en un primer borrador. Fue muy doloroso, un dolor que todavía nos palpita en la boca del estómago, prescindir de directores como el pobre Shohei Imamura o nuestro idolatrado Joao Cesar Monteiro. Y desde la Consejería nos señalaron otro problema más ante la primera lista definitiva: casi no había nombres de mujeres cineastas, lo cual podría ser considerado discriminatorio. El cine es un arte muy joven, apenas centenario, monopolizado casi exclusivamente por hombres en todo este tiempo. Alegamos que la situación ha empezado a revertir felizmente en las últimas décadas y cada vez son más numerosas las mujeres cineastas. Pero hacer figurar el nombre de pioneras como Ida Lupino en lugar de John Ford o Hitchcock, o el de Pilar Miró (por citar un ejemplo más cercano) por Erice o Berlanga hubiese sido una soberana injusticia, un gesto condescendiente para cumplir con cuotas forzadas que en realidad son contraproducentes. No sabemos lo qué pensarán ustedes, a lo peor estamos terriblemente equivocados.
 
Solo hay dos nombres de mujeres rotulados y a ellas dedicamos el primero de los escalones. Uno es el de Danielle Huillet, que junto a Jean Marie Straub forman una de las parejas creativas más estimulantes que ha dado el cine contemporáneo. Y el otro nombre no podía ser más que para Agnès Varda. Si en los últimos tiempo han proliferado felizmente los nombres de mujeres cineastas, buena parte de estas vocaciones y emprendimientos se deben a Agnès Varda.
 
Esta larga introducción viene a cuento de que esta noche proyectaremos en el cine de El Almacén ‘Sin techo ni ley’ (20.30h), una película que Varda rodó en el año 85 y por la que obtuvo el León de Oro en Venecia, aunque ella detestaba los concursos y los premios. A instancias de la Consejería, la programación del mes de marzo debía estar consagrada a las mujeres creadoras y, por la parte que nos toca, ninguna más apropiada que Varda. Este larga introducción viene a cuento también de que Varda falleció ayer viernes a sus 90 años bien despachados, por lo que la proyección de esta noche será también ocasión para rendirle un pequeño homenaje póstumo.
 
La primera película que uno vio de Agnès Varda fue precisamente ésta, ‘Sin techo ni ley’
La última vez que vimos a Agnès Varda fue en este pasado Festival de Berlín (a la postre, su última comparecencia pública) y ya nos extrañó verla tan desmejorada y decaída, pensamos que por un fuerte catarro. Ella, que siempre desprendía fuerza y jovialidad a pesar de su edad. La primera vez que la tuvimos cerca fue en un festival de Cannes, hace casi diez años, y nos la encontramos en una pizzería, dándole de comer a una niña, una nieta supusimos. Nos pareció tan cercana y natural y sin embargo no nos atrevimos a dirigirle la palabra, ni siquiera después de mandarnos un botellero de latas de cerveza. Al año siguiente, sí. Fue en un homenaje al director iraní Jafar Pahahi también en Cannes. Nos acercamos farfullando algo en francés y ella nos respondió en un perfecto y fluido castellano, que no sabemos dónde lo aprendió. La invitamos a venir a Lanzarote alguna vez. En la primera edición de la Muestra habíamos proyectado el maravilloso documental ‘Las playas de Agnès’ y nos las imaginábamos paseando por la orilla de la playa de Famara. Pero no hubo manera: la agenda, los compromisos… Lo comprendimos, cómo no. La admiramos tanto que ya nos sentimos recompensados con darle dos besos. 
 
La primera película que uno vio de Agnès Varda fue precisamente ésta, ‘Sin techo ni ley’, que seguramente llegó a distribuirse en España impulsada por ese premio de Venecia. Fue en un cine de Tenerife, o más bien un minicine, Minicines Charlot se llamaba, y era como un garaje con dos salas en las que habían colocado unas pocas butacas. Allí también vimos películas del pobre Imamaura. Hasta entonces, el nombre de Varda  le sonaba a uno de hojearlo en esas ridículas enciclopedias de historia del cine. Pero se nos quedó prendido para siempre después de esta luminosa película. Nos impresionó tanto el personaje de Mona, una vagabunda independiente e irreductible, a pesar del entorno hostil, de las vejaciones y de la muerte. Y a uno le parece que la vida de Agnès Varda debió ser un poco así: una vida insumisa que fue luz y camino para tantas mujeres y hombres, artistas o no. Varda presumía de hacer películas sobre gente pobre en la que no se fija nadie o sobre cosas inútiles que, bajo su mirada, recobraban una nueva vida (pensemos en ‘Los espigadores y la espigadora’). Se jactaba de no haber ganado un duro nunca con sus películas. No las hizo para eso. 
 
Podríamos seguir prolongando este texto muchas páginas más. Bastará con invitarlos a la proyección de esta noche en El Almacén y compartir recuerdos e impresiones. Se nos fue la gran Agnès Varda pero nos quedan sus películas.

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