OCTAVA ISLA

A saber qué pensaría Humboldt si viniera ahora a la isla de La Graciosa

Isla de La Graciosa.
Isla de La Graciosa.

La Octava Isla focaliza en la actualidad el debate sobre saturación turística, pago de una tasa por acceder a la isla, establecimiento de númerus clausus…

A saber qué pensaría Humboldt si viniera ahora a la isla de La Graciosa

La Graciosa focaliza en la actualidad el debate sobre saturación turística, el pago de una tasa por acceder a la isla, el establecimiento de númerus clausus… ¿Qué pensaría el naturalista y geógrafo alemán Alexander von Humboldt si viniera ahora a la isla de La Graciosa, por primera vez? A él se deben las primeras referencias científicas sobre la octava isla y los demás islotes. Lo que anotó hace más de dos siglos y medio sobre el patrimonio natural seguramente no difiere mucho de lo que nos podemos encontrar hoy, pero lo que sí ha cambiado es la presencia de los seres humanos, que ha crecido exponencialmente, como en todo el planeta.

Este mes de septiembre se cumplen 254 años del nacimiento Alexander von Humboldt (1769-1859), quien, en su camino hacia centro América y antes de hacer escala en Tenerife, la corbeta que lo transportaba, el Pizarro, se desvió de su ruta y se resguardó entre los islotes del Archipiélago Chinijo para eludir la posible presencia de navíos ingleses. Entre el 16 y 18 de junio de 1799, Humboldt surcó el Río y el canal ente La Graciosa y Montaña Clara, saltó a tierra y pisó el noreste de La Graciosa, entabló su primer encuentro con un humilde pastor que pescaba a liña y se dedicó a saciar su infinita curiosidad.

No había ningún sitio habitado en muchas leguas

Escribió Humboldt: “Nuestra sorpresa fue grande cuando se nos informó de que la tierra mirada como una prolongación de la costa de Lanzarote era la pequeña isla de La Graciosa, y que no había ningún sitio habitado en muchas leguas a la redonda […] Los vientos nos obligaron a pasar entre los islotes de Alegranza y Montaña Clara. Como nadie a bordo de la corbeta había navegado por este pasaje fue preciso echar el escandallo. Hallamos fondo a veinticinco y treinta y dos brazas […] Probamos salir de este recodo por el paso que separa Alegranza de Montaña Clara, por el que habíamos entrado sin dificultad para desembarcar en la punta septentrional de La Graciosa. Habiéndose detenido el viento, las corrientes nos llevaron muy cerca de un escollo en el que el mar rompía con fuerza y que los antiguos mapas designan con el nombre de Infierno”.

La Graciosa fue la primera tierra no continental europea que holló este coloso de la historia de la ciencia, considerado el padre de la Biogeografía, pero apenas hay rastro de su paso. No sucede así en Tenerife, donde un mirador que lleva su nombre da pie a una leyenda que dice que, en dicho lugar, el científico se arrodilló ante el valle de la Orotava cuando creyó coronada su ansiedad de belleza, mientras estuvo en la isla, a finales del siglo XVIII. Ascendió al Teide, que le fascinó, y luchó por divulgar este paisaje. El Mirador de Humboldt, situado en la ladera de Santa Úrsula, permite contemplar las magníficas vistas de la cara norte de la isla de Tenerife, incluyendo las fincas de cultivo de plátanos del valle.

Surcó las aguas del Archipiélago Chinijo

Pero antes, durante apenas tres días, su barco surcó las aguas del Archipiélago Chinijo fruto de un contratiempo. Durante su breve estancia, Alexander von Humboldt recolecta material geológico, describe líquenes, realiza observaciones sobre el relieve costero de Lanzarote, recoge algas y animales marinos, y se extasía la belleza del cielo nocturno. De todo ello da cuenta en su obra Viaje a las Regiones Equinocciales del Nuevo Continente (1799-1804).

Los trabajos de este sabio contribuyeron a ampliar el conocimiento científico del planeta en numerosos campos como la etnografía, la antropología, la física, la zoología, la oceanografía, la astronomía, la geografía, la botánica o la vulcanología. Nacido en Berlín, sus restos reposan en el Palacio de Tegel de esta ciudad, así que no resultaría inapropiado que Caleta del Sebo, ya que posee fuero propio por acuerdo del Parlamento de Canarias, se hermane con la capital alemana para institucionalizar el paso, aunque casual y efímero, del último gran ilustrado.

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