Opinión

La hipotética resurrección del insularismo

La hipotética resurrección del insularismo

Canarias es cuestión de equilibrios. Equilibrio entre las dos islas más pobladas, Tenerife y Gran Canaria. Equilibrio entre las islas orientales y las occidentales. Equilibrio entre las dos más pobladas con las seis restantes. Además, a los juegos de equilibrios interinsulares hay que sumarle el peso económico, social y político ganado en las últimas décadas por Lanzarote y Fuerteventura, que rechazan cualquier tipo de tutelaje de otra isla.

La isla debe de jugar un papel relevante en el proyecto de Canarias como país, nacionalidad o nación. Cada isla tiene elementos singulares que exigen ser tenidos en cuenta en el proyecto global de Canarias. Ahora bien, ocho proyectos de islas que se dan la espalda, cada una a lo suyo, serían carne de cañón para la defensa de sus intereses en el exterior. Por eso, la fuerza de Canarias pasa por encontrar el necesario equilibrio entre la defensa de los intereses de cada isla con los del conjunto del Archipiélago.

Los distintos partidos de obediencia canaria, bien por convicción o bien por necesidad, así lo entendieron en abril de 1993, cuando se constituyó Coalición Canaria respondiendo perfectamente a la conciliación de lo intereses de cada una de las islas con los del conjunto que conforman nuestra Autonomía. Haber diseñado y ajustado un proyecto político a la realidad diferenciada que significa una nacionalidad-país archipielágico catapultó al nacionalismo canario al liderazgo de Canarias.

La articulación de un proyecto político netamente canario que coloque el interés general de Canarias por encima de cada isla no es fácil. El balance de los últimos años presenta un cierto desequilibrio en favor del papel protagonista que debe jugar la realidad insular.

La recuperación del protagonismo de la isla en el proyecto de Coalición Canaria -principal referencia de los partidos de obediencia canaria- y el enorme éxito que está teniendo la Agrupación Socialista Gomera que lidera Casimiro Curbelo, una fuerza política netamente insular, supone una autentica tentación para aquellos que siempre han pensado que pueden defender mejor los intereses de su isla, y rentabilizarlo electoralmente, sin ataduras a un partido suprainsular.

En distintos mentideros políticos se habla de la articulación de un proyecto alternativo en el espacio nacionalista que hoy representa mayoritariamente Coalición Canaria. No parece tarea fácil. En cualquier caso, obedecería más a errores que está cometiendo la principal fuerza política nacionalista canaria –con su renuncia a impulsar un proyecto de unidad– que a los méritos de los probables impulsores de la alternativa.

A alguien está saliéndole la cuenta de que es posible armar una opción de partidos de obediencia canaria que sumen alrededor de diez diputados que pueden ser decisivos en el juego de las mayorías después de las próximas elecciones autonómicas. Esa apuesta supondría caminar en una dirección contraria a la que necesita Canarias para defender nuestra singularidades como pueblo diferenciado. Aún así, la tentación electoral es mucha.

En el espacio ideológico nacionalista, que va desde la izquierda moderada al centro, y que creen en la isla como referente en la construcción de Canarias, sen sitúan la Agrupación Socialista Gomera; el partido de Gladys Acuña, en Lanzarote; el Partido Nacionalista Canario; Nueva Canarias o los partidos herreños que lideran Narvay Quintero y David Cabrera, respectivamente. En este escenario, habría que seguir muy de cerca los movimientos que haga Asamblea Majorera.

Canarias necesita a todos los partidos de obediencia a la tierra unidos para recuperar el liderazgo político. La renuncia al necesario proyecto de unidad favorecerá la atomización y, con ello, la sumisión a los partidos estatales. 

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