Opinión

Otra vez la economía

Poner gasolina al coche cuesta más caro. El precio del transporte es ahora más caro. La leche, el café, el aceite y el azúcar también han incrementado sus precios. Tomarse una cerveza, un refresco o una tostada es igualmente más caro. Los productos de limpieza, los restaurantes, llevar el coche al taller, el precio de la luz, de la energía y el agua se han puesto por las nubes. En general, la cesta de la compra y la vida están hoy mucho más caras que hace apenas unas semanas.

El encarecimiento generalizado que está produciéndose en todo tipo de productos y servicios está desestabilizando a la economía, puede frenar la recuperación de la actividad y el empleo y, sin duda, también echar por tierra muchas expectativas políticas.

Hace unos meses, cuando la vacuna empezó a frenar a la pandemia, parecía que se abría una nueva etapa, tanto en las expectativas sanitarias como en las económicas. Los gobernantes estatales y autonómicos se apresuraban para rentabilizar el éxito de la vacunación y del regreso paulatino a la normalidad perdida por causa del virus.

El control sanitario de la pandemia en España y en Europa

abrió las puertas de par en par a la recuperación económica, marcando el inicio del camino para recuperar el bienestar perdido.

España, en general, y Canarias, en particular, se veían especialmente favorecidas por la reapertura de fronteras y la recuperación de la movilidad. Con la crisis sanitaria controlada, la recuperación turística en marcha, mejorando la empleabiliad y con unos presupuestos expansivos en Europa, España y  comunidades autónomas, las expectativas electorales de los partidos gobernantes estaban en lo más alto.

Con los recursos dispuestos por el Estado y Europa pendientes de asignar, el tablero en el que se mueve la globalizada economía mundial se ha agotado y ha sembrado dudas y pesimismo en gobernantes, entidades, instituciones, analistas e inversores. Sin duda, a corto plazo, afectará a los ciudadanos.

La marcha de la economía y del bienestar que disfrute el ciudadano de a pie marcará mucho las expectativas políticas de unos y otros en los próximos meses, tanto en el ámbito del Estado como en muchas comunidades autónomas.

Tradicionalmente los recurrentes asuntos en los que suele perderse la política española, como pueden ser País Vasco y Cataluña, el uso de las lenguas, la bandera o el terrorismo, han tenido poco efecto en los resultados electorales  de los respectivos partidos. Sin embargo, la situación de la economía, el empleo y el bienestar de la gente sí han tenido reflejo en los resultados electorales cosechados por las principales formaciones.

La debacle de la UCD de Suárez en plena crisis económica provocó un cambio espectacular en la política española con un arrollador triunfo de Felipe González  en 1982. Después de algunos escándalos por corrupción, fue la crisis económica de la primera mitad de los años noventa la que impulsó un cambio de manos de Aznar y el PP en 1996.

La retirada de Aznar, el atentado de Atocha y, especialmente, el enfriamiento de la economía, facilitaron la llegada a la Moncloa de José Luís Rodriguez Zapatero. La brutal crisis económica que comenzó en el último trimestre del 2007 fue determinante para que Mariano Rajoy (PP) ganara con una holgada mayoría absoluta en 2011. Razones de otra índole terminaron con el Gobierno de Rajoy en 2017.

Todo parecía apuntar a que, con la recuperación de la salud sanitaria, el control de la pandemia, la mejora de la economía y el empleo, el levantamiento del control de la regla de gasto y la lluvia de millones que llegarán de Bruselas, Pedro Sánchez, con el apoyo de sus socios parlamentarios, podrían repetir en la Moncloa.

El destino político de Sánchez y de Casado puede estar más ligado a que la gente tenga trabajo, al precio de la cesta de la compre o a los impuestos que a rimbombantes proclamaciones partidarias.

Comentarios