PISCICULTURA

Lubinas y doradas, la cría de peces en Lanzarote

El pescado criado en una granja alivia la presión sobre los recursos pesqueros, genera valor añadido y satisface la demanda de millones de visitantes.

Lubinas y doradas, la cría de peces en Lanzarote

¿Tiene pescado fresco? Por supuesto que sí, pero de granjas marinas. Esta realidad es cada vez más frecuente ya que no hay suficientes bocinegros, cabrillas o meros en nuestras aguas para alimentar a la población local y a los tres millones y medios de turistas que visitan Lanzarote cada año. Es una misión imposible, sencillamente. El pescado criado en una granja marina es un producto que alivia la presión sobre los recursos naturales, genera valor añadido y permite atender la demanda de millones de visitantes. Además, en su mayor parte se exporta.
 
Lanzarote participa de la vanguardia del cultivo de peces en granjas marinas. Las jaulas situadas en aguas de Playa Quemada pertenecen a Piscifactorías del Atlántico, una empresa con sede en Murcia perteneciente al Grupo Ricardo Fuentes. Esta compañía dispone de una planta envasado en Puerto de Naos, al lado de la antigua Frigorsa, con capacidad para empaquetar y procesar cincuenta toneladas diarias de pescado. Su capacidad de producción anual es de unas 2.000 toneladas de dorada y lubina.
 
Cada lubina tarda entre 24 y treinta meses en alcanzar el peso comercial
Después de unos años de crisis, la acuicultura en Canarias comienza a posesionarse como un segmento estratégico del sector pesquero, alcanzando el año pasado un volumen de negocio de más de 43 millones de euros, según el presidente de la patronal española del sector. Canarias es la segunda comunidad autónoma en cultivo de lubina y la tercera en producción de dorada. 
 
Debido sobre todo a la sobre explotación, la pesca directa en el mar tiende a reducirse y está siendo sustituida por peces criados en granjas marinas. Es una solución racional y, por eso, la crianza está muy extendida. En Lanzarote, las instalaciones de engorde se componen de jaulas flotantes en el mar, en cuyo interior se alimenta a los peces con piensos fabricados a partir de harinas y aceite de pescado. Cada lubina tarda entre 24 y treinta meses en alcanzar el peso comercial de unos 400 gramos desde que eclosiona el huevo. La dorada tarda un poco menos.
 
Cuando alcanzan la talla adecuada para su consumo, se recogen, envasan y distribuyen frescas por vía aérea en las principales cadenas de distribución de alimentación de España y Portugal, además de los mercados centrales de Madrid y Barcelona. En la actualidad, más de ochenta empleados trabajan a diario en las instalaciones de Piscifactorías del Atlántico en Tenerife y Lanzarote realizando funciones de mantenimiento, alimentación, despesques, manipulación, transformación, comercialización y distribución.
 
El pescado se sacrifica mediante ‘shock térmico’ para preservar su frescura
Esta empresa dispone de barcos silo de alimentación, por lo que ya no se alimenta a los peces de forma manual, sino automática. Un ordenador central es el encargado de gestionar las cantidades con las que se alimenta cada jaula en cada momento. Este tipo de embarcación tiene una capacidad de almacenamiento de pienso en sus bodegas de unas veinte toneladas. La dieta del pescado de acuicultura se basa en piensos deshidratados, cuya principal materia prima es de origen marino. Pero, de cara a reducir la presión sobre los recursos pesqueros, se emplean cada vez más materias primas con origen en la agricultura, en tierra. 
 
Por otro lado, la manipulación, clasificación, empaquetado y paletizado de las producciones finales incorpora elementos de robótica que agilizan todos estos procesos. El nivel de eficiencia permite a la compañía atender cualquier pedido que le sea solicitado en un plazo inferior a 24 horas, a contar desde el momento en que se produce el despesque y hasta que los productos se encuentran a disposición del consumidor final en los distintos mercados. Es la versión 2.0 de la antigua industria pesquera insular.
 
Los despesques se hacen a diario. Esta tarea es realizada por un equipo especializado que garantiza la frescura y calidad final del pescado sacrificado. Para llevar a cabo esta operación se cuenta con varios buques de apoyo que disponen a bordo de cubetas isotérmicas debidamente aclimatadas y tratadas bacteriológicamente. En su interior, el pescado se sacrifica mediante ‘shock térmico’, que permite congelar al pez al introducirlo en hielo. Así, se evita su sufrimiento y se preserva la frescura y textura de los ejemplares despescados y transportados a la fábrica de Puerto Naos.

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