LUGARES
A Casa, el lugar donde el escritor José Saramago sigue entre nosotros

En 1993, José Saramago fija su residencia en Lanzarote, convertida más tarde en A Casa, un trozo de la historia de la literatura que es su hogar en la isla.
Una casa hecha de libros, un olivo, el estudio en el que escribía, una biblioteca, el jardín y el mar. Tras fijar su residencia en Lanzarote en 1993, inicia la escritura de un diario, Cuadernos de Lanzarote. En 1995 le fue concedido el Premio Camões, y en 1998 el Premio Nobel de Literatura.
El Hijo Adoptivo de Lanzarote, pasó en A Casa la mayor parte de sus últimos 18 años de vida. Su residencia abre al público de lunes a sábado, y a ella se acercan los amantes de su literatura y los devotos de un hombre extraordinario comprometido con su tiempo y con la humanidad. En Lanzarote escribió La caverna, El hombre duplicado, Ensayo sobre la lucidez o Las intermitencias de la muerte, entre otros libros.
Cruzado el portón de entrada se accede a la casa de José Saramago; aquí falleció el 18 de junio de 2010. Una galería luminosa distribuye las distintas dependencias de la vivienda, en la que sobresale su estudio. En esta habitación, se puso a escribir las primeras líneas de Ensayo sobre la ceguera, iniciando así un período de gran creatividad. En este espacio como en ningún otro de la residencia palpita aún la presencia de Saramago.
Los olivos están íntimamente unidos al paisaje de la infancia de Saramago
El salón se abre al jardín y al mar. En este espacio descansaba el escritor, mientras que la cocina la concebía como un lugar de encuentro y convivencia, una estancia abierta a los amigos. En el jardín, un olmo, tres olivos, un alcornoque, un granado... Al final del jardín está la piscina, donde solía nadar por las tardes. “Luego se sentaba junto a la piedra grande que quiso que se quedara en medio de todo. Le gustaba sentir el viento, saberse vivo, mirar el mar, pensar que el mundo puede tener remedio, que la humanidad que transportamos debe prevalecer sobre la maldad…”.
Los olivos están íntimamente unidos al paisaje de la infancia de Saramago; de ahí que, para él, tuvieran un gran valor sentimental. Todas las culturas mediterráneas han venerado a este árbol como símbolo de amistad, pero aquí hay uno muy especial. Procedente del Alentejo portugués, llegó en un avión de pasajeros, en una maceta que Saramago mantuvo entre sus piernas durante el trayecto. Hoy es el símbolo de A Casa, representado en una escultura situada en la rotonda que anuncia la presencia de la casa museo.
La biblioteca no nació para guardar libros, sino para acoger personas
La sala de juntas fue pensada para las reuniones de la Fundación José Saramago, pero el verdadero uso de este espacio ha sido el de salón de actos y comedor, cuando las reuniones eran muy grandes. Los escritores Claudio Magris y Vargas Llosa fueron los últimos huéspedes de esta habitación.
“La biblioteca no nació para guardar libros, sino para acoger personas”. En ella recibía Saramago a sus amigos y a ella acudía a diario. Pese a que la Literatura sea universal, los libros están colocados por los países de procedencia de los autores. La filosofía, el ensayo y las memorias responden a un orden temático, como la historia o la política. Jorge Luis Borges, junto a Pessoa y Kafka, eran los escritores imprescindibles del siglo XX para Saramago.
Las cenizas de José Saramago reposan en una plaza de Lisboa, bajo la sombra de un olivo centenario nacido en su tierra natal, la aldea de Azinhaga.