Ribera del Charco, la gentrificación se abre paso en la plaza mayor de Arrecife
Tanto tiempo esperando para, como diría el arquitecto Luis Díaz Feria, verla ahora comprometida para el disfrute local precisamente por su belleza. O algo parecido…
La gentrificación se abre paso en la plaza mayor de Arrecife, el Charco de San Ginés, emulando la tendencia que se está apoderando de los centros de todas las ciudades de nuestro entorno cultural, al socaire de la expansión descontrolada de las viviendas vacacionales. Es lo que trae consigo, tristemente, la belleza o el encanto de ciertos espacios urbanos.
Para quien no esté al tanto, la gentrificación es un proceso de renovación de una zona urbana, generalmente popular, que implica el desplazamiento de su población original por parte de otra de un mayor poder adquisitivo. Cogidita de la mano se abre paso la turistificación, un neologismo que alude al impacto que tiene la masificación turística en el tejido comercial y social de determinados barrios o ciudades.
El Charco dejó de ser un pozo negro
Arrecife va por ese camino desde que, por fin, localizó, el equivalente a su plaza mayor y, aunque la tenía delante de sus propias narices, le costó siglos encontrarla. Lo más llamativo es que casi toda su superficie está cubierta de agua, por sus orillas pasean personas de toda edad y condición y en ella fondean y varan falúas, barquillos y chalanas. Desde que dejó de ser el pozo negro de esta parte de la ciudad, no dejan de abrir restaurantes, bares, cafeterías y casas vacacionales y los alquileres se han puesto por las nubes.
La fisonomía actual de la plaza mayor de Arrecife sería otra si hubiese prosperado el proyecto presentado en 1902 para cerrar, achicar e impermeabilizar el Charco de San Ginés con el objetivo de convertirlo en una mareta pública. Quién sabe, a lo mejor su cubierta sería utilizada para celebrar las fiestas patronales de la ciudad, los cochitos y las verbenas, o la cosa navideña que se va a instalar en el carísimo solar de Ginory, que le ha costado a la ciudad casi como si hubiese adquirido una parcela en Wall Street. Corrupción urbanística a calzón quitado.
Le ha costado lo suyo convertirse en una centralidad
Fondeadero natural en su origen y bajío para recoger carnada para la pesca menor, por sus dos bocas naturales entraban y salían los peces con el flujo y el reflujo de las mareas, pero una de ellas fue taponada, por la que ya sólo fluye el agua del mar bajo los dos puentes que enlazan La Puntilla y el Islote del Francés. Aquí se produjo un asentamiento marinero a partir del cual se desarrolló la ciudad. Más tarde, por la vertiente norte del Charco surgió El Lomo, en torno al trazado del antiguo camino vecinal hacia La Villa.
En esta singular plaza mayor, que cambia de aspecto con la pleamar y la bajamar, no se encuentra el Ayuntamiento, ni la iglesia, ni el juzgado, ni ninguna otra actividad institucional, así que a este espacio le ha costado lo suyo convertirse en una centralidad. Las edificaciones son preferentemente de uso doméstico y en su mayoría contaban con una sola planta. Las casas son modestas y sus fachadas sencillas, como correspondía a las partes traseras de unas casas que daban al Charco.
Una plaza mayor marina y marinera
En la singular plaza mayor de Arrecife no son relevantes los valores arquitectónicos. Lo que sobresale son sus valores etnográficos y paisajísticos, una trama urbana marina y de origen marinero que moldea la memoria histórica de la ciudad, e imprime una impronta peculiar a la relación entre el agua del mar y la sencillez arquitectónica. Y ello, sin desmerecer las incursiones del Charco por la prehistoria, ya que esta franja del litoral ya era aprovechada por la población aborigen para el marisqueo y la pesca con la técnica de envarbascado, que consistía en envenenar el agua para atontar a los peces, lo que inicia la gran tradición marinera de Arrecife.
Antes de que las terrazas proliferaran por la ribera del Charco, mucho antes de la intervención de César Manrique, este era el traspatio del quehacer doméstico marinero y el lugar donde se secaba el pescado. Pero también era aprovechado por los grandes carpinteros de ribera que siempre tuvo Arrecife. Aquí se fabricaban barcos, se ponían a punto los utensilios de las embarcaciones, se remendaban los artes de pesca o se limpiaban, reparaban y pintaban los barquillos.
Aunque la tenía delante de sus propias narices, le costó siglos encontrarla: Arrecife localizó por fin su plaza mayor y es marina y marinera. Tanto tiempo esperando para, como diría el arquitecto Luis Díaz Feria, verla ahora comprometida para el disfrute local precisamente por su belleza. O algo parecido…