CRISIS SANITARIA Y GANADERÍA

La ganadería lanzaroteña tendrá que reinventarse tras la Covid-19

El destino de la cabaña va desde el consumo de carne y otros productos derivados, como quesos o huevos, hasta el uso de los camellos en las Montañas del Fuego con fines turísticos.

La ganadería lanzaroteña tendrá que reinventarse tras la Covid-19

Al igual que otros sectores productivos, una parte de la ganadería lanzaroteña tendrá que reinventarse una vez se supere la emergencia sanitaria provocada por el coronavirus Covid-19. La cabaña insular ronda las 95.000 cabezas, según los datos disponibles de 2018, y su destino es muy variado, pues va desde el consumo interno de carne y otros productos de la ganadería, como quesos o huevos, hasta el antiquísimo uso de los camellos en las excursiones turísticas que se organizan en las Montañas del Fuego.
El censo rondaba las 95.000 cabezas en 2018, y el más numeroso era el avícola (unas 65.000 aves)
 
Nadie sabe cómo será el mundo cuando se supere la pandemia, ahora bien, todos los especialistas coinciden en señalar que se debe reducir en todo lo posible la dependencia alimentaria del exterior y la importación de productos de lugares lejanos. Se reclama tomarse muy en serio términos como autoabastecimiento, soberanía alimentaria o reindustrialización. Y, en el ámbito ganadero, los expertos ponen el énfasis en la manera de producir: cómo viven, cómo se alimenta o cómo se acelera el engorde de los animales, o qué tratamientos reciben para prevenir enfermedades y qué efectos tienen estos posteriormente sobre la salud de los humanos.  
 
El censo ganadero de Lanzarote rondaba las 95.000 cabezas en 2018. El más numeroso era el avícola (unas 65.000 aves), seguido del caprino (unas 20.000 cabras), el ovino (cerca de 5.000 ovejas) y el porcino (más de 2.000 cerdos).  También se contabilizaron más de 300 vacas, unos pocos centenares de conejos, 277 camellos, 194 caballos y 121 burros (y 1.176 cabezas más agrupadas en ‘Otros’). Todas las categorías se han multiplicado en los últimos treinta años en paralelo con el crecimiento de la población y el aumento del consumo de carnes y productos derivados de la ganadería. Todas menos la cunícola, que se ha reducido extraordinariamente y ha pasado de 7.700 cabezas de conejos censadas en 1987 a sólo 364 hace dos años. 
Entre los tipos de nutrición que se utiliza para el ganado destaca la alimentación con millo
 
Reducir extraordinariamente el consumo de carne, o eliminarla de la dieta, parece una exigencia de este tiempo y de la contención del calentamiento global y el cambio climático, además de las razones éticas subyacentes. Mientras tanto, parece que se vislumbra en el horizonte abandonar la gran industria ganadera y recuperar el concepto tradicional  de granja. Pero, ¿cuál es la capacidad de adaptación del subsector ganadero a un posible nuevo escenario? No hace mucho, se realizó una encuesta que arrojó algunas claves, ente ellas, que  la cuarta parte de los ganaderos no conocen la ganadería ecológica, aunque el 40% de ellos se muestra interesado en recibir formación sobre estos aspectos. 
 
Más datos que se desprenden de la encuesta. Aproximadamente el 70% de los ganaderos encuestados no tienen formación específica en la actividad, mientras que la formación media o universitaria supone menos del 1% del total. Seis de cada diez explotaciones ganaderas disponen de suministro eléctrico en sus instalaciones, de las cuales sólo el 8% utiliza energías renovables. Entre los distintos tipos de nutrición que los productores locales utilizan para el ganado, destaca la alimentación con millo y el aprovechamiento de los restos de la agricultura. El 95% reutiliza el estiércol de su ganado para la agricultura, mientras que un 1,5% lo destina a la venta.

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