Opinión

El tambor del mar

Conocía poco sobre el proyecto de musicoterapia hospitalaria que la Fundación Mapfre Canarias desarrolla en seis hospitales públicos de Canarias, en las islas de Gran Canaria y Tenerife, en colaboración con la Consejería de Sanidad del Gobierno  de Canarias. Ahora conozco un poquito más por mi participación, como observador y escucha, de una  videoconferencia impartida el pasado fin de semana  por Guacimara Molina Sosa, maestra en educación musical, psicóloga y musicoterapeuta, coordinadora de dicha iniciativa. 

Agradezco a Aula Interdisciplinar que me haya cursado invitación para conectarme a la videoconferencia organizada por esta misma entidad educativa, porque como periodista y amante de la música la valoro como una oportunidad para empezar a descubrir la  música como herramienta creativa útil que sustenta  el trabajo de los musicoterapeutas con el paciente en dimensiones fisiológica, emocional, cognitiva y espiritual, además de ser un camino a la reflexión.

Primera cuestión, la musicoterapia no se trata de una actividad lúdica o de ocio, es una terapia complementaria no farmacológica. Segunda cuestión, no se trata de un médico, enfermero o psicólogo que va a un hospital a tocar un instrumento o de un músico que recibe unas pautas de profesionales sanitarios, se trata de una disciplina propia que crea un vínculo íntimo entre el musicoterapeuta y el paciente a través de la música para disminuir la percepción del dolor y conseguir la relajación, entre otros objetivos terapéuticos. El arte al servicio  del bienestar y el cuidado de la salud.

 No hay recetas musicales

Guacimara Molina explicaba que la interpretación musical, voces y/o instrumentos, siempre en vivo, es consecuencia de un trabajo previo con el equipo médico del enfermo para a partir de allí estudiar cómo se puede abordar la disminución del estrés de cada paciente, el apoyo y alivio a su experiencia de sufrimiento o abrir canales de comunicación, porque a veces el enfermo no es proclive a expresarse, además de promover su reflexión e incluso favorecer espacios creativos que faciliten la despedida, en el caso de enfermos terminales

¿Y qué tipo de música se usa para cada patología o paciente? Pues no hay recetas musicales. La experta sostiene que no hay un tipo de música específica para una misma patología: “Cada persona tiene su desarrollo cultural específico”, enfatizando siempre que se trata de una terapia de carácter complementario. 

Las sesiones de musicoterapia en los seis hospitales públicos de Canarias se realizan en unidades de reanimación, oncología, medicina intensiva y cuidados paliativos, entre otras. La musicoterapia utiliza la música como herramienta para el tratamiento y evaluación del paciente, distinta a otras actividades de acompañamiento musical al tratamiento, como la que podemos ver en unidades de quimioterapia donde un músico toca un instrumento y canta para hacer más llevadero ese trance a los enfermos. 

Es verdad que la musicoterapia establece vínculos directos entre el profesional y el enfermo, pero los musicoterapeutas asimismo trabajan con médicos y enfermeros, ya que, por ejemplo, en una unidad de cuidados paliativos, el personal está sometido a presión y estrés, así que la musicoterapia también es una disciplina que apoya la humanización de los sanitarios.

El sonido del mar

En la metodología de trabajo, destaca la interpretación de la música, pero la musicoterapia asimismo induce a la interpretación de los silencios, “lo que el discurso esconde y lo que el silencio nos revela”. El paciente y sus familias son agentes perceptivos, aunque  a la vez activos, y es que de acuerdo a las circunstancias pueden ser animados a unirse a tocar en sesiones de musicoterapia. 

La misma voz es otro instrumento potente, invitar al canto, sin importar si lo hace bien o mal, constituye una alianza con la identidad sonora del paciente, canciones que le gustan o letras que le traen recuerdos por estar relacionadas con la cultura popular o hechos y actos significativos de su vida.  

Si lo pensamos bien, la música es un nexo fuerte de unión, es una forma placentera de sentirnos acompañados en el día a día y un elemento esencial en hechos relevantes de nuestras vidas. Además, el entorno sonoro nos acompaña desde que estamos en el vientre de nuestra madre y desde antes de nacer tenemos una profunda relación con los sonidos, sonidos como el del tambor del mar que Guacimara Molina tocó en la videoconferencia. Canarias está rodeada de agua y nuestra cultura respira mar. 

Este instrumento de percusión, con estructura de madera, superficie de piel y con pequeñas esferas en su interior, reproduce increíblemente el sonido del mar ejecutando sutiles movimientos circulares. Seguro que el tambor del mar es un instrumento recurrente en sesiones terapéuticas abanderadas por la música, y los silencios también. 

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