Flores en el estómago

“Cuanto más profunda sea nuestra percepción interior, mayor será nuestra comprensión de los símbolos tradicionales”, escribió la poeta Kathleen Raine. No hablaba desde la nostalgia, sino desde una convicción esencial: el símbolo es el lenguaje propio del alma. En un tiempo donde la palabra “flor” corre el riesgo de sonar a adorno vacío o hashtag sentimental, la antología Te pondrán flores en el estómago, publicada por Ediciones La Palma en 2024, recupera su potencia simbólica para decir lo que no puede decirse: lo efímero que perdura, la belleza que duele, lo frágil que contiene una verdad trascendente.
La poesía, como recordaba Raine en su ensayo Utilidad de la belleza (Vaso Roto, 2015), no nace de una necesidad meramente estética, sino del impulso de restituir el lenguaje del alma, un lenguaje hecho de imágenes, arquetipos y símbolos. En esta visión, coincidente con la noción aristotélica de mímesis, el arte no imita lo visible sino que revela lo invisible, lo universal a través de lo particular.
Entre los muchos símbolos que ha cultivado la imaginación poética, la flor ocupa un lugar privilegiado y ambivalente. Se sitúa en el umbral entre el cuerpo y el alma, entre lo que se marchita y lo que permanece. Emblema de belleza, sensualidad, fugacidad, pero también de muerte, transformación y sacralidad, la flor ha sido, desde los himnos bíblicos hasta los versos de Milton o Shelley, pasando por los dramas de Shakespeare un vehículo espiritual. Su paradoja consiste en ser, al mismo tiempo, lo más personal y lo más arquetípico: algo que todos hemos sentido, y que sin embargo pertenece al inconsciente colectivo.
Esta sensibilidad no es exclusiva de la tradición occidental. En el Wen Fu, el poeta chino Lu Ji afirmaba que el escritor “se mueve por los seis estados del ser y capta el espíritu de las cuatro estaciones”. En esa visión cíclica y espiritual, la flor también representa el instante en que lo eterno se manifiesta en lo efímero, donde lo invisible cobra forma. Esa misma intuición recorre los poemas, relatos y composiciones que se incluyen en la antología.
Es en este contexto simbólico donde se inscribe Te pondrán flores en el estómago, una antología coral nacida del encuentro Fleje, celebrado en Fuencaliente en 2022. Este libro no sólo reúne a jóvenes autores canarios; también se convierte en un gesto de transmisión y encuentro generacional. Alrededor de la antología y el recuerdo del encuentro en la isla de La Palma se celebró un acto en el CIC El Almacén de Arrecife este martes 13 de mayo, donde la escritora y editora Elsa López —figura esencial de la poesía española contemporánea— y la investigadora Paula Fernández compartieron el proceso de gestación de la obra junto a dos de los autores participantes: Antonio Martín Piñero y quien escribe estas líneas. Por si fuera poco, el anuncio del evento era un bellísimo collage de la pintora y profesora Rosa Vera.
La elección del título de la antología (un extraordinario verso de Alba Tavío) condensa una imagen visceral y profundamente poética: la flor como ofrenda y herida, como algo que embellece y que duele. Aquí, el símbolo floral no actúa como un simple ornamento, sino como núcleo expresivo que conecta lo íntimo con lo colectivo, lo efímero con lo eterno, lo corporal con lo espiritual.
Elsa López, además de entusiasta editora del volumen, actuó en este caso como mediadora generacional. Su mirada lírica, profundamente enraizada en la tierra y lo simbólico, marca la estética y el tono emocional del libro. Con décadas dedicadas a la escritura y a la defensa del patrimonio literario canario, junto con Paula Fernández ha tejido aquí una constelación de poéticas que dialogan entre sí y con la tradición.
Es un privilegio tener la oportunidad de participar en una antología junto a admirados y queridos compañeros como Andrea Abreu, Nayra Bajo de Vera, Manuel Conejo, Marcos Dosantos, Covadonga García Fierro, Óscar Liam Torres, Celia Lorenzo, Echedey Medina,Beatriz Morales, Sandra Padrón, Dimas Prychyslyy, Alba Tavío, María Valerón y, porsupuesto, con Antonio Martín Piñero, con quien tuve la fortuna de colaborar en la organización del Festival Voces del Extremo en La Laguna el pasado año y cuya poesía se caracteriza por una contención expresiva y una profundidad simbólica que equilibra introspección y conciencia crítica. En conjunto, todas estas voces configuran un mapa literario diverso que aborda el deseo, la pérdida, la identidad, la memoria y el territorio, haciendo de lo personal un espacio de resonancia colectiva.
Pero Te pondrán flores en el estómago no es solo una antología: es también un gesto comunitario, un espacio de escucha y colaboración. Reunir tantas voces diferentes permite ofrecer una imagen más real y amplia de la literatura actual en Canarias, y demuestra que el futuro de la poesía y la narrativa se construye con generosidad, en comunidad. Porque cuando se comparte la palabra, florece algo que va más allá de lo personal. Que trasciende.