Opinión

Firmeza democrática frente a la ultraderecha

Firmeza democrática frente a la ultraderecha

El debate de la moción de censura presentada por Santiago Abascal se convirtió en un enfrentamiento, en una competencia poco o nada virtuosa, entre la derecha clásica, que representa el PP, y la ultraderecha. Una extrema derecha que desgranó sus posicionamientos profundamente reaccionarios, desde el apoyo a la dictadura franquista a sus amenazas de acabar con el estado autonómico, pasando por su desprecio al feminismo y los avances conseguidos por las mujeres, su anti europeismo o su banalización de la Crisis Climática. Todo ello con un lenguaje agresivo, incendiario y apocalíptico, trufado con alusiones conspiranoicas y copiando el discurso trumpista.
 
Resulta una buena noticia el discurso contundente del líder del PP, Pablo Casado, tras sus silencios los días anteriores a la moción en torno al sentido, abstención o no, que tendría el voto de su grupo. Todo ello en medio de un ambiente de crispación política al que contribuyen actitudes de algunos dirigentes, pero también los medios de comunicación ultras. Su bien argumentado discurso fue un intento de desmarcarse de sus competidores de la extrema derecha, que le han ido quitando parte de sus apoyos electorales, y de homologarse a las derechas europeas. Pero el “No queremos ser como usted” de Casado a Abascal casa muy poco con el oxígeno que conservadores (PP) y liberales (Ciudadanos) le dieron a Vox en la famosa foto de Colón y, también, aceptando su apoyo para conformar gobiernos en las comunidades de Andalucía, Madrid o Murcia, así como en ayuntamientos como el de Madrid.
 
Unas actitudes de blanqueo que han alimentado a la extrema derecha, dándole una legitimidad que le niegan los partidos homólogos al PP o Ciudadanos en Alemania o en Francia. Mientras la canciller Angela Merkel rechaza la participación de la ultraderecha germana en los gobiernos de los lander, aunque sea a costa de perder el poder, la derecha española ha aceptado el apoyo de los extremistas autoritarios y que estos condicionen algunas de sus políticas autonómicas, ya sea en materia educativa o en igualdad entre mujeres y hombres. No es irrelevante que el frustrado candidato de la extrema derecha mostrara, sin fisuras ni el menor rubor, su reconocimiento y aplauso al régimen franquista, incomprensiblemente tolerado en España. Exhibió su elogio a una dictadura originalmente alentada por el nazismo y el fascismo. Y su paralelo profundo desprecio a la democracia.
 
La ultraderecha española coincide con la mayoría de las formaciones populistas extremistas de derechas de otros estados europeos en su enorme eurofobia, incluso en momentos como este en que la colaboración europea, los fondos de reconstrucción y el acceso a créditos en buenas condiciones, resulta esencial para superar las consecuencias de esta crisis sanitaria, económica y social originada por la pandemia de la Covid-19. 
 
Centralismo
La visión centralista del estado es una de las características de la extrema derecha española, mostrando su intención de romper con el modelo autonómico sustentado en el título VIIIº de la Carta Magna. Una vuelta atrás, un regreso al centralismo que tanto perjudicó a Canarias y a su gente, que, como demócrata y como nacionalista canario, considero inaceptable. Una involución en el modelo territorial que es ajena a lo que desean los ciudadanos y ciudadanas del conjunto del Estado y de Canarias, como confirman reiteradamente todos los estudios sociológicos. Más aún en nuestra nacionalidad, donde el autogobierno suscita el positivo reconocimiento de la mayoría de la población, con elevados porcentajes, además, de los que se muestran favorables a ampliarlo; y, asimismo, en nuestro Parlamento donde son casi unánimes los apoyos al Estatuto reformado en noviembre de 2018. 
 
El rechazo a los avances legislativos en materia de igualdad entre mujeres y hombres fue otra de las perlas del discurso. Conocido es su posicionamiento antifeminista, su negación de la violencia específica que sufren las mujeres por el hecho de ser mujeres. Pero en su intervención, además, dedicó frases despectivas hacia varias de las mujeres que habían intervenido en contra de la moción, calificándolas de floreros. Completamente intolerable.
 
La inmigración irregular también estuvo presente en sus discursos. Un fenómeno complejo y en el que no ha habido una suficiente, justa y humanitaria respuesta en el ámbito estatal ni internacional, fue abordado por los extremistas desde la demagogia, la criminalización de los más débiles y la reiteración de posicionamientos que solo alimentan el racismo y la xenofobia.
 
Y no faltó, no podía faltar, siguiendo la senda marcada por Trump o Bolsonaro, el negacionismo climático, frente a las evidencias científicas y los hechos contumaces que ya empiezan a notarse y se incrementarán en los próximos años —aumento de situaciones climáticas extremas, incendios, inundaciones, pérdidas de cosechas, mayores dificultades para el acceso al agua potable, destrucción de zonas costeras…— que obligan a actuar ya si queremos salvar el planeta. Por más que ahora todos los focos apunten a la pandemia, la crisis climática sigue su curso, de manera que no podemos olvidarla ni dejar de combatirla.
 
El aislamiento de la ultraderecha
La moción de censura no parece que le haya salido muy bien a Abascal, más allá del protagonismo mediático de un par de jornadas. Se fue desdibujando conforme avanzaba el debate y encajó como pudo las críticas, en algunos casos demoledoras, de la mayoría de los grupos políticos, entre ellos NC, con una intervención brillante de su diputado Pedro Quevedo, al que bastaron unos pocos minutos para denunciar el perfil antidemocrático de los censurantes. Quedó demostrada la absoluta soledad del candidato a presidente: ni un solo voto más allá de su partido. Sale del envite más alejado de las formaciones políticas que, cometiendo un grave error, le han dado cancha en los últimos años; aunque estas, y especialmente el PP, tendrán que confirmar el giro a la moderación, la apuesta por el diálogo y la negociación y la reducción de los actuales niveles de crispación política. Así como el aislamiento de la extrema derecha, como sucede en Europa. 
 
El neofascismo sufrió una relevante derrota y su líder salió noqueado del Congreso. Pero no deben subestimarse sus actuales apoyos, cerca de cuatro millones de votos y no pocas líneas editoriales, y sus riesgos para la democracia y para la convivencia. La historia confirma que los momentos de graves crisis, como ahora, son aprovechados por las formaciones ultras para intentar generar inestabilidad, descalificar la política, cuestionar a las instituciones, socavar la democracia e imponer propuestas totalitarias. Por ello, la unidad y la firmeza democráticas constituyen los mejores antídotos frente a la ultraderecha. Así como la memoria: no podemos nunca olvidar el dolor, la destrucción y la muerte que el fascismo causó en el siglo XX.
 
Román Rodríguez, vicepresidente y consejero de Hacienda, Presupuestos y Asuntos Europeos del Gobierno de Canarias.

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