Opinión

Ni fascista ni facha

Tan cierto es que a finales del siglo XVIII la Revolución Francesa fue el principio del fin del feudalismo y del absolutismo en Europa, como cierto es que la soberanía popular no se impuso ni rápido ni de manera uniforme en el Viejo Continente.  Seguramente, esa lentitud en la superación de la rémora medieval es lo que alumbró a Karl Heinrich Marx a parir el socialismo científico, el materialismo histórico y el comunismo, aunque personalmente él fuera un parásito acomodado burgués que no trabajara jamás como asalariado, es decir, como una de las figuras centrales de su teoría.  En cualquier caso, la Toma de la Bastilla no supuso, en modo alguno, el fin de la opresión y del sufrimiento de los europeos.
 
Con la devastación dejada por la Gran Guerra, terminada en 1918, y su consecuente depresión, a rebufo de la revolución bolchevique iniciada en 1917 y el flamante comunismo estrenándose y ya imperando en la URSS, con Lenin interviniendo la propiedad privada y transfiriéndola al Estado y con Stalin acercándose al poder, en 1921 el socialista Benito Amilcare Andrea Mussolini funda el PNF, Partido Nacional Fascista.  Sí, me he referido a Mussolini como socialista porque antes de fundar el PNF fue alto dirigente del Partido Socialista Italiano y Director de uno de sus órganos oficiales, la revista Avanti. Me permito incluir una frase de Mussolini una vez había fundado el Partido Fascista: “Socialismo significa la elevación y purificación, y su implantación será el resultado de una larga serie de esfuerzos. Todos, en realidad, desde el profesional al obrero, pueden poner una piedra en este edificio, realizando un acto socialista todos los días”.
 
El fascismo veía la luz como una versión del socialismo, la inercia del pensamiento socialista era inevitable en la Europa de la segunda década del siglo XX, que incluía tintes identitarios nacionalistas con marcada tendencia imperialista y de expansión territorial. Por supuesto, en lo económico se oponía al liberalismo apoyándose en el corporativismo y en la omnipresencia intervencionista del Estado. Entre tanto y simultáneamente, en Alemania se abría camino un movimiento similar al fascismo italiano, encabezado por otro socialista llamado Adolf Hitler, el nazismo.
 
¿A quién se le podría llamar, pues, fascista en 2018?  A la vista de qué fue el fascismo, fascista sería hoy aquel socialista que creyera firmemente en un Estado intervencionista, totalitario, supremacista, racista y expansionista. El término facha, ateniéndonos a la RAE, tiene diferentes acepciones, pero tomando la que da sentido a este artículo, facha es despectivo y significa “fascista”.
 
Millones de españoles, de hecho la inmensa mayoría de los treinta y cinco millones que pueden votar, son patriotas, quieren a España y creen en ella, no les gustan las posiciones que otorgan privilegios territoriales, fiscales, sanitarios, educativos o lingüísticos y disfrutan de la idiosincrasia y particularidades de todas las regiones de su amado país. Por si fuera poco lo anterior, también a esa inmensa mayoría les gustan los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado y las Fuerzas Armadas. Sí hay algo que mayoritariamente rechazan los españoles, y es que haya minorías que traten de arrebatar a la inmensa mayoría lo que tanto esfuerzo ha costado conseguir y mantener.
 
Yo me incluyo en la inmensa mayoría descrita en el párrafo anterior y a mí me llaman indistintamente fascista o facha, supongo en función del estado de ánimo del ignorante denostador de turno. Sin duda alguna, me insultan por mi perfil, que tal y como he dejado claro, es el perfil de la inmensa mayoría de españoles. Pero más allá de que su insulto no hace la más mínima mella en mí, me tomo la molestia de escribir este artículo para aclarar conceptos y demostrar la gilipollez de quien siendo socialista o comunista insulte llamando fascista o facha, que es esencialmente su propio perfil, a quienes somos cualquier cosa menos lo que sí fue el fundador del fascismo: socialista.
 
Queda demostrada la descomunal ignorancia e incoherencia del socialista, igual que lo fue Mussolini y que lo es él mismo, que usa fascista o facha para insultar a alguien que es antagónico al socialismo. Termino lamentando que, aunque a mí no me importe que me llamen insultándome con algo que no soy, quizás a otros de la misma inmensa mayoría de españoles a la que pertenezco, sí les importe.

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