100 AÑOS DE VIDA

El grito y el lamento de César Manrique, más vigente que nunca

FOTOS: José Luis Carrasco

La Sala José Saramago, de la Fundación César Manrique en Arrecife, se abarrotó para asistir a la puesta al día del rol más reivindicativo del artista conejero del que se celebra el centenario de su nacimiento.

El grito y el lamento de César Manrique, más vigente que nunca

“Nadie es capaz de interpretar el pensamiento de César Manrique”. A la sombra de esta frase se cobijan quienes justifican los bocados que le van pegando al territorio mientras pretenden escapar ilesos de la obligada denuncia de la Fundación que creó César y que, hoy, custodia su legado. Y en realidad no hay que interpretar nada. Basta con leer, o escuchar, alguna de las muchas referencias que César Manrique hizo al crecimiento desaforado, a la destrucción, la masificación, a “la avaricia histérica de los especuladores”… para saber, con meridiana claridad, qué haría o diría quien ya alertaba de lo que podía pasar cuando muchos de los que nos gobiernan hoy andaban en pañales. O ni siquiera habían nacido.

Y el que todavía tenga la más mínima duda, o se obceque en vivir en ella permanentemente, sólo tiene que darse una vuelta por la exposición que se inauguró en la Sala Saramago que la Fundación César Manrique tiene en La Plazuela, en Arrecife. Mediante diversos contenidos como reproducciones de periódicos, manuscritos de sus manifiestos, fotografías y audiovisuales de Miguel G. Morales, la exposición muestra un artista concernido por su entorno, abrazado a la naturaleza y al patrimonio del lugar en el que nació. Al tiempo "reacciona contra la destrucción y la masificación turística, criticando la especulación, la política insensible entregada al dinero, el incremento del parque automovilístico o la construcción de grandes hoteles", entre otros asuntos.

El manifiesto y el debate sobre el territorio y sus límites

A este tipo de actos no suelen acudir los dirigentes insulares. Ni los responsables locales de políticas del territorio o de cultura. Y hacen mal, porque su obligación es estar ahí. En su sueldo también está el sonrojarse de vez en cuando. De paso se ahorrarían el “estar interpretando” pensamientos de nadie: se darían de frente con ellos. Anoche mismo, sin ir más lejos, hubieran salido de la Sala Saramago con el manifiesto ¡Salvemos la isla de Lanzarote! que César Manrique escribió en 1986. Y que describe perfectamente nuestro tiempo y el camino que hemos recorrido hasta llegar aquí.

La Fundación César Manrique presentó la publicación del manifiesto, editado en tamaño bolsillo, en el contexto de un acto necesariamente crítico con las políticas (o la ausencia de ellas) en relación al territorio. Partiendo de la omisión de esa palabra, “territorio” en las regulaciones del Gobierno. Y se puso como ejemplo, naturalmente, la Ley del Suelo a la que se definió como “desarrollista, desreguladora, una ley estructural despojada del necesario consenso político y social, que cierra la puerta a cualquier posibilidad de equilibrio entre urbanismo, actividad económica y protección del medio”. A juicio de la institución, la Ley del Suelo “despliega efectos demoledores sobre el territorio, los recursos naturales y paisajísticos y la calidad de vida de los habitantes de las Islas porque fomenta la especulación, el desarrollismo y la conflictividad judicial al rebajar los controles legales de la Administración”.

El acto culminó con una mesa redonda moderada por al periodista Saúl García y en la que participaron el arquitecto urbanista Faustino García Márquez; la catedrática de Geografía Física en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y Doctora en Geografía y Ordenación del Territorio por la Universidad de Toulouse Le Mirail (Francia), y en Geografía e Historia por la Universidad de La Laguna, Emma Pérez-Chacón; el  portavoz de la Plataforma Canarias Territorio Sostenible, Antonio Pérez, miembro del Consejo Escolar de Canarias, del Consejo Económico y Social de Canarias, así como del Consejo  Social de la ULPGC y Eugenio Reyes, socio fundador de la Federación Ecologista Canaria, Ben Magec Ecologistas en Acción y encargado  de las vistas escolares al Jardín Botánico ‘Viera y Clavijo’, donde ha ejercido como educador ambiental durante los últimos 20 años.

Ni siquiera tenemos que tomarnos la molestia de interpretar a Manrique. Basta leerlo o escucharlo.

A lo largo de las intervenciones se puso de manifiesto la necesidad de dotarnos de instrumentos reguladores, necesarios desde todos los puntos de vista: ambiental, económico, social…incluso con un punto de nostalgia. Lanzarote fue punta de lanza en la regulación del crecimiento. Y llevamos ahora dos décadas sin tocar ni un papel.

Desde los años cincuenta y sesenta, del pasado siglo, César Manrique no dejó de insistir en la necesidad de salvaguardar el patrimonio cultural y natural de Lanzarote a la hora de encarar la reconversión de la economía de la isla a la industria turística, y de señalar sus temores por los riesgos que podrían sobrevenir  si no se encauzaba adecuadamente el proceso hacia un modelo cuidadoso y ordenado, que atendiera la escala insular, limitara el crecimiento y en el que primara la calidad ante la cantidad.

Esa clarividencia, en contraste con la más que gris acción política, le llevó a ir aumentando el tono del mensaje. Así, a mediados de los ochenta, abrió una etapa de activismo en su trayectoria que no abandonó a lo largo de su vida, vinculada al aumento de las contradicciones y la degradación de las metas iniciales que impulsaron su proyecto de isla para Lanzarote. Sus constantes intervenciones en los medios de comunicación, su presencia a pie de obra como el primero de los ecologistas, su escritura militante, su compromiso civil, la contundencia de su verbo, le llevó a adquirir una enorme proyección pública más allá de nuestra isla.

Basta fijarse en cómo tituló los artículos publicados en medios para darnos una idea de la dimensión de su activismo: “Un grave peligro se cierne sobre Lanzarote”, “Lanzarote se está muriendo”, “Consideraciones en torno al medio ambiente en Canarias”, “Grito de socorro por las islas…”

Y todo ello de manera muy clara. Tanto que, a día de hoy, no hay nada que interpretar.

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