ANÁLISIS
Un PRUG para el Archipiélago Chinijo, pero ¿qué PRUG?
Las siglas PRUG hacen referencia a un Plan Rector de Uso y Gestión. Esta norma regula los usos y la gestión de un espacio natural protegido de categoría, como sería el Parque Natural del Archipiélago Chinijo. Un nuevo PRUG viene de camino, pero ¿qué PRUG?
Un Plan Rector de Uso y Gestión (PRUG) es el documento que gestiona un Parque Natural. Al ostentar esta categoría y aunque el término parezca manoseado, es un PRUG el que regula los usos y las actividades que tienen lugar en el espacio natural protegido del Archipiélago Chinijo. Hasta aquí, todo bien.
El problema es que el Archipiélago Chinijo fue declarado Parque Natural en 1986. Treinta años después, siguen aguardando orden y concierto los gracioseros, los caleteros, las arenas, los animales y las plantas que se encuentran dentro de sus límites. Pendientes de un nuevo PRUG, es decir, toda su pequeña humanidad.
Mal asunto intentar conservar un espacio, por valioso, cuando, a la vez, no se regulan adecuadamente las actividades humanas que en él tienen lugar, pues sólo genera incertidumbre y malestar entre las personas afectadas. No sabemos que piensan o sienten, de momento, el territorio, los animales y las plantas. Así pues, que venga cuanto antes el PRUG revisado. Mas no uno cualquiera.
El PRUG que ha de llegar ha de ser consensuado por todos los sectores implicados de la zona a proteger, desde las distintas administraciones públicas concernidas a las asociaciones profesionales y no gubernamentales, pasando por la población local. A la espera de que el ser humano dé un salto evolutivo, los asientos reservados para el territorio, los animales y las plantas los ocuparían los conservacionistas. Y la clave radica en el logro de un equilibrio racional y razonable entre las aspiraciones de las personas y los, en apariencia, callados anhelos de las arenas, las orillas, las aves, las plantas, los peces…
“Sólo servirá un PRUG nacido del acuerdo amplio porque va a ser determinante para las actividades económicas y particulares de la población”
Sólo servirá un PRUG nacido del acuerdo amplio porque va a ser determinante para las actividades económicas y particulares de la población. Por ello, ha de ser claro y ampliamente aceptado. Ciñéndonos a La Graciosa, además debe permitir el aprovechamiento ordenado de los recursos naturales y atender al crecimiento natural de la población y sus proyectos de vida. Resulta penoso tener que recordar que la gente alberga aspiraciones tan cotidianas como crear una familia y residir en la propia isla.
En relación con las personas, el PRUG no puede mirar hacia la cima del Risco cuando se trata de reconocer la existencia, de viejo, de varias modalidades de alojamiento turístico; o qué pasa con los títulos de propiedad del suelo urbano; o cómo, cuánto y hacia dónde debe crecer el núcleo de Caleta del Sebo; o dónde y bajo qué condiciones se pueden plantar tomates o cobijar unas cabras. Son cosas esenciales; complejas en una islita como La Graciosa, pero esenciales.
“No hace falta exhibir una cátedra para saber que la población debe estar en el centro del PRUG”
La única manera de diagnosticar certeramente los problemas y de arbitrar las soluciones adecuadas es que no falte nadie en la mesa de reflexión y discusión, en particular las administraciones públicas. Cualesquiera que sean sus competencias. Para ello, deben ser capaces de superar la descoordinación entre sí y la rancia desidia institucional que les encorseta en relación con el Parque Natural Archipiélago Chinijo. Una desidia que, por el contrario, se torna en profundo gozo cuando acuden a la Graciosa de vacaciones. Extraño comportamiento…
Basta con pegar la oreja para averiguar qué PRUG se necesita. No hace falta exhibir una cátedra para saber que la población debe estar en el centro del PRUG. Ni para entender que hay que legalizar todas las edificaciones existentes en el casco urbano de Caleta del Sebo. Ni para comprender que la gente se casa, tiene hijos y aspira a tener una vivienda en su tierra. A estos problemas, reales, hay que darles solución.
No hace falta hacer alarde de un doctorado para caer en la cuenta de que La Graciosa es, desde muy antiguo, un destino turístico con encanto. Una actividad económica ésta, el turismo, de corte tradicional y cuya planta alojativa ocupa más de la tercera parte de las construcciones existentes en Caleta del Sebo. Y del mismo modo cabe considerar las pequeñas actividades agropecuarias.
“Alcanzado un buen acuerdo, serán los propios gracioseros quienes se ocupen de proteger su preciado patrimonio natural”
Basta con tener ojos en la cara para darse cuenta del papel fundamental que desempeñan las mujeres en La Graciosa, o de que la capacidad de carga está a punto de desbordarse, si no lo está ya. Y que lo de los vehículos particulares y no esenciales a motor clama al cielo, que la isla está llamada mañana mismo a autoabastecerse al 100 por cien de energías renovables, que hay que permitir la pesca marítima de recreo a los residentes en el Parque Natural, o que hay que poner límites a los impactos de las excursiones marítimas, para lo cual quizá bastaría con sentar en una misma mesa a los dos operadores existentes y echarle sentido común.
Si, además de tener ojos en la cara, se mirase un poco, se vería que la Graciosa clama por un plan de desarrollo económico y social, por una zona básica de salud, por la ordenación de las actividades portuarias y por la activa y decidida participación de la población en la planificación de su presente y su futuro, en la ordenación de sus vidas. Alcanzado un buen acuerdo, sólido, serán los propios gracioseros, ellas y ellos, quienes se ocupen de proteger su preciado patrimonio natural. Sin duda alguna.