Nudistas en el Charco del Palo: Haría dice sí y Teguise que no

Charco del Palo. Foto JL Carrasco.
Charco del Palo. Foto JL Carrasco.

El centro naturista del Charco del Palo cumple medio siglo y sus 157 residentes y visitantes disfrutan del naturismo y el nudismo, pese a la ordenanza de Teguise que lo prohíbe

Nudistas en el Charco del Palo: Haría dice sí y Teguise que no

El centro naturista del Charco del Palo cumple medio siglo de vida. Pionero en su género, es el primer centro naturista oficial constituido en Canarias, fundado alrededor del año 1973 por un empresario alemán llamado Gregor Kaiser. Su idea era crear una urbanización vacacional dedicada el naturismo y encauzada hacia quienes, entre sus compatriotas, profesaran el naturismo, una filosofía que preconiza el empleo de los agentes naturales para la conservación de la salud y el tratamiento de las enfermedades.

El Charco del Palo cuenta con 157 residentes que moran en más de un centenar de viviendas situadas en medio de la nada, en la abrupta costa de Mala. La inmensa mayoría (139) puede desnudarse en el municipio en el que habitan, Haría. Los demás (18) no pueden hacerlo porque la criticada Ordenanza de Seguridad y Convivencia Ciudadana de Teguise, de 2016, lo prohíbe. Lo mismo sucede con los escogidos visitantes que acuden a este pueblo.

Naturistas y, además, nudistas

La incongruencia radica en que el Charco del Palo pertenece a dos municipios. La zona norte está adscrita a Haría, donde no hay problemas con el nudismo. El resto depende de Teguise, donde esa práctica se ha prohibido expresamente. El centro naturista, tras medio siglo de antigüedad, parece que no corre peligro de perder su razón de ser debido al dispar punto de vista de dos consistorios.

Lo habitual es que las personas naturistas sean, además, nudistas, es decir, que se muestren totalmente desnudas en público, especialmente por considerar que la desnudez completa es conveniente para un adecuado equilibrio físico y espiritual. Para el naturista, el nudismo es una forma de vida con la que afrontar cada día, una manera de desnudarse en cuerpo y alma. Incluso los niños pequeños asumen la desnudez como algo normal en este tipo de familias.

Tranquilidad e intimidad

El emplazamiento de este centro, apartado de cualquier ruta, lo convierte en un lugar idóneo para vivir el naturismo de una forma recogida, discreta y sin ocasionar conflictos. Los visitantes proceden, sobre todo, del centro y norte de Europa y suelen repetir atraídos por la tranquilidad y la intimidad, el sol, la proximidad a la naturaleza y las piscinas naturales. Además, la localidad conserva el atractivo de lo pequeño, ya que se encuentra en las antípodas de la masificación turística y residencial.

La mayoría de los bungalós y apartamentos son de propiedad privada, pero, desde siempre, muchos se alquilan por temporadas cuando sus propietarios no los habitan. No obstante, una organización alemana de viajes especializada posee un complejo de apartamentos. Varios restaurantes y un pequeño supermercado colman las necesidades de los residentes y visitantes.

El Charco del Palo es una zona abierta

En vez de encerrase sobre sí mismo, el Charco del Palo es una zona abierta. No está acotada ni tiene puertas, por lo que no se restringe el acceso a nadie. Basta con respetar y aceptar su estilo de vida, y por eso es posible para cualquier persona pasear por la urbanización completamente desnuda sin que nadie se sorprenda: se puede ir al supermercado, tirar la basura o ir a comer sin ropa, pero tampoco es obligatorio. Por esa razón, el Charco del Palo fue declarado oficialmente pueblo nudista por el Ayuntamiento de Haría en 2017.

Hay tres zonas de baño en el Charco del Palo. Dos de ellas son piscinas naturales, una en cada extremo de la localidad, que se llenan y vacían con las mareas y están protegidas del oleaje exterior, mientras que la tercera permite nadar en mar abierto o practicar snorkel. Nada parece alterar el sosiego del Charco del Palo, con dos salvedades. Las quejas formuladas hace unos años por el deficitario desarrollo de la urbanización en ámbitos como la accesibilidad o la iluminación pública, y la detección hace más de una década de una colonia de Caralluma buchardii, una planta protegida conocida como cuernúa o diente de perro, un endemismo que situó la zona en el mapa del conservacionismo insular.

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