Aquilino Rodríguez, manos de barro y espíritu inmortal
El emblemático locero, Aquilino Rodríguez, comparte su pasado, su historia, los secretos de su técnica y el orgullo que siente por su hija
Aquilino Rodríguez no solo es conocido por su maestría en la creación artística con la cerámica, sino también por su empatía, cercanía y don de gentes. El artista abre las puertas de su pasado y presente para contarnos la vida de un locero que continúa luchando por mantener su esencia y las técnicas tradicionales canarias.
Su pasión por el arte comenzó en la adolescencia, influenciado por Jesús Soto y otros artistas vecinos de su calle, que le enseñaron a mirar el arte desde otro punto de vista. Durante su etapa en el instituto, sufrió acoso escolar por no compartir los intereses más comunes de sus compañeros. Aquilino encontraba refugio en los colores de la acuarela y en el tacto de la plastilina. Todo cambió cuando sus padres le regalaron un set de materiales artísticos; fue entonces cuando comenzó a descubrir su vocación.
Con el tiempo, se interesó por la arcilla y empezó a crear figuras inspiradas en los programas de Félix Rodríguez de la Fuente. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que sus obras eran efímeras, pues el barro sin una cocción adecuada se degrada con el tiempo.
Técnica ancestral de más de 12.000 años en el mundo
Años más tarde, tras su paso por la mili, realizó un curso de monitor sociocultural que le llevó a trabajar en ese ámbito. Sin embargo, el destino quiso que se reencontrara con su verdadera pasión: la cerámica. Un curso de cerámica popular canaria impulsado por el Gobierno de Canarias, lo empujó a formarse en un loza y cerámica. Fue entonces cuando comprendió que Canarias conservaba un patrimonio artesanal milenario: una técnica ancestral de más de 12.000 años en el mundo y, en Canarias, de unos 4.000 años, creada principalmente por mujeres, que garantizaba la durabilidad de los utensilios domésticos.
“Con esta técnica puedo dejar mi firma para la eternidad”, afirma Aquilino, quien recuerda cómo los conquistadores despreciaron aquel conocimiento, considerándolo rudimentario, aunque en realidad se trataba de un legado cultural de un valor invaluable.
Con el paso del tiempo, el oficio de alfarero evolucionó. En el siglo XX, los materiales se adaptaron a las demandas del turismo, dando lugar a piezas más gruesas y elaboradas con barro industrial. Aun así, Aquilino sigue defendiendo la pureza de la cerámica tradicional canaria.
Para que la técnica de la cerámica pintada del Mojón siga viva
Hoy, su lucha no solo se centra en preservar esta técnica ancestral, sino también en transmitirla a su hija, quien continúa con orgullo del legado familiar. “Voy a comunicarlo en cada encuentro y masterclass para que la técnica de la cerámica pintada del Mojón siga viva”, asegura la joven artista, reconocida ya por su talento y compromiso con la tradición. Tan es así que, a su hija, Hirahi Rodríguez, recibió un homenaje dedicado al relevo generacional de la artesanía tradicional por parte de la Asociación Cultural Pinolere.
Aquilino también denuncia las dificultades que enfrenta el sector artesanal, como el aumento de las cuotas de autónomos. “Los loceros mantenemos vivas nuestras raíces. El arte es historia; mantenerlo significa recordar de dónde venimos”, afirma.
Así que, con su arte, Aquilino demuestra que el pasado sigue modelando el presente, que la verdadera eternidad es defender la propia esencia de lo que te hace feliz y te define.