SAN BARTOLOMÉ

El molino de José María Gil, otro gran atractivo del pueblo de San Bartolomé

Molino de José María Gil, San Bartolomé. Foto JL Carrasco.
Molino de José María Gil, San Bartolomé. Foto JL Carrasco.

El molino consta de una torre circular que estuvo coronada con varias aspas y al que, en el primer cuarto del siglo XX, se incorporó un motor que sigue elaborando un gofio de primera

El molino de José María Gil, otro gran atractivo del pueblo de San Bartolomé

El pueblo de San Bartolomé no ha conseguido incorporarse a las rutas turísticas, comerciales o culturales de la isla a pesar de que, en los últimos años, su fisonomía urbana ha mejorado mucho con la pacificación del tráfico, la plantación de árboles o la instalación de piezas escultóricas. También ha mejorado su oferta, entre la que sobresale el molino de José María Gil, que sigue en activo y con renovada energía a iniciativa de dos mujeres emprendedoras Silvia Gil y Lourdes Rodríguez, quienes se comprometieron con la calidad, la diversificación y el valor añadido.

Para los mahos era un alimento básico

El molino consta de una torre circular que estuvo coronada con varias aspas y al que, en el primer cuarto del siglo XX, se incorporó un motor que sigue haciendo un gofio de muy buena calidad. El gofio ya aparece en los manuscritos que datan de la conquista de las Islas en el siglo XV, y para los antiguos pobladores de Lanzarote, los mahos, era un alimento básico. Este alimento fundamental e histórico dentro de la dieta canaria permanece en la cultura culinaria de Lanzarote y Canarias, a pesar de que apenas quedan en pie ingenios molineros de viento o tracción animal.

Los aborígenes molían el grano con piedras poco sofisticadas, como sería friccionando el grano con un callao contra otra piedra con una superficie más o menos lisa, y que, lentamente, aplicando fuerza física, lo va triturando y lo convierte en gofio. Más tarde surgió la tahona, que viene a ser un molino cuya rueda se mueve con animales, como burros y camellos, permitiendo utilizar piedras de mayor tamaño y moler mayores cantidades de grano en menor tiempo.

El Patio exhibía diversos tipos de piedras molineras y molinos de mano

Los avances tecnológicos dieron paso a los molinos, que se introdujeron en Lanzarote y aprovechaban la fuerza del viento para mover las grandes piedras de moler y triturar el grano. En la isla hay varios que salpican su geografía, casi todos ellos en desuso industrial porque la molienda se realiza actualmente con maquinaria que se mueve gracias a la electricidad. No obstante, se trata de elementos patrimoniales muy valiosos y testigos de la cultura tradicional del campo que es preciso mantener y conservar.

La molina también se utilizó en la isla, y algún quedan algunas. Movida asimismo por la fuerza del viento, se diferencia del molino en que su torre de madera no forma parte del cuerpo general del edificio. El Museo Agrícola El Patio, en Tiagua, exhibía diversos tipos de piedras molineras y molinos de mano, y cuenta con una tahona, una molina y un molino. Pero, tristemente, este equipamiento cultural privado propiedad de la familia Barreto Caamaño no logró superar la crisis económica ocasionada por la pandemia y se vio obligado a cerrar sus puertas.

Gofio al estilo tradicional

Aunque Lanzarote ya no forma parte, ni de lejos, del granero de Canarias, no ha olvidado la forma tradicional de hacer gofio. Tras el proceso del trillado en la era, en el que se separa la paja de los cereales, se procede a la selección manual de los mejores granos. Una vez escogido el grano, se limpia y se tuesta.
Con el tueste comienza la preparación del gofio, tarea para la que se emplea el tostador, una especie de paellera grande. Este recipiente podía ser de barro o de metal, poco hondo y de forma circular, de entre cincuenta centímetros y un metro de diámetro. Con frecuencia, el tostador era de latón y el meneador de trapo, amarrado a la punta de un palo con el que se mueve el grano para que no se queme.
El tostador se calienta al fuego y cuando se alcanza la temperatura deseada, se procede a añadir los cereales que serán mezclados con arena de playa. La arena será el elemento encargado de tostar los cereales y no la superficie del metal, garantizando un tostado lento y uniforme y evitando que los cereales se quemen.
Una vez tostados los cereales, se deposita el contenido del tostador sobre una criba que servirá para separar los granos de la arena, y se procede a la molienda. Cuanto más lenta sea la molienda, mejor sabor, aroma y textura tendrá el gofio. Durante muchas generaciones fue la comida de los pobres y sirvió de sustento en época de hambruna.
Actualmente, su reputación se ha revalorizado, sobre todo cuando le fue concedida la Denominación de Origen, en 1994, para poner en valor este alimento tradicional y sus grandes beneficios nutricionales para el consumo, además de su proyección dentro de la gastronomía canaria.

Comentarios