SECTOR PRIMARIO

Cultivo de la cochinilla, de crisis en crisis hasta el palo final en forma de plaga

Cultivo de cochinilla abandonado. Foto JL Carrasco.
Cultivo de cochinilla abandonado. Foto JL Carrasco.

Muchas personas, desesperanzadas, se plantean si no será mejor pasar página definitivamente, arrancar las tuneras y dedicar esas parcelas a plantar parras, por ejemplo

Cultivo de la cochinilla, de crisis en crisis hasta el palo final en forma de plaga

En agosto pasado, el Gobierno de Canarias declaró la existencia de la plaga cochinilla basta del carmín o silvestre que afecta a la tunera y estableció medidas fitosanitarias para su control. Sumido en una profunda crisis desde hace décadas, una plaga era lo que le faltaba a este singular cultivo del paisaje agrario de Guatiza y Mala para acabar de rematarlo. Sanidad Vegetal había detectado la presencia de este insecto en ejemplares de tunera en Lanzarote en el año 2020.

Centro de Transformación de la Cochinilla

Este organismo nocivo, una vez fijado sobre la planta, produce clorosis, amarillamiento por la pérdida de clorofila, y necrosis o muerte de las células o tejidos vegetales en las palas o pencas, y frutos, debilitándola y provocando su caída prematura hasta el punto de poder provocar su muerte. De inmediato, se adoptaron medidas para combatir la plaga, pero, transcurrido el tiempo, muchas personas, desesperanzadas, se plantean si no será mejor pasar página definitivamente, arrancar las tuneras y dedicar esas parcelas a plantar parras, por ejemplo. A crear un nuevo un nuevo paisaje agrícola, vaya.

Si así fuera, llegado el caso, ¿qué hacer con el Centro de Investigación y Transformación de la Cochinilla? Este centro fue presentado públicamente en 2010 con el fin de procesar y transformar entre 500 y 5.000 kilogramos de cochinilla fresca al año, abriendo un horizonte de optimismo a una actividad amenazada con la desaparición. Al parecer, la empresa adjudicataria incumplió las condiciones de la concesión, pero, como quiera que sea, este centro no ha podido reanimar un cultivo que no mostraba señales de vitalidad, más allá del que le aportaba el inagotable y valioso entusiasmo de Chana Perera y la Asociación Cultural, Social, Patrimonial y Agrícola Milana en defensa del carmín natural.

Pocas veces se ha visto un bicho tan productivo

Reactivar la industria de la cochinilla en Lanzarote, desde su producción y transformación hasta la comercialización e investigación, fue el principal objetivo que se trazó del Centro de la Cochinilla. Ubicado en Mala, se presentó como una oportunidad para relanzar este cultivo en la isla, al poder procesar 10.000 kilogramos de cochinilla seca anuales. El edificio se alza frente al Centro de Salud de Mala. Cuenta con una superficie construida de 431 metros cuadrados, dividida en cuatro zonas diferenciadas: una dedicada a administración, investigación y servicios del personal, y las tres restantes a la producción, equipos auxiliares y recepción, así como al almacenamiento de materias primas, productos y envases.

Con todo, es una pena. Pocas veces se ha visto un bicho tan productivo en la isla. Bajo el nombre científico de Dactylopius coccus se parapeta el insecto que propició la creación del singular paisaje de cultivo de tuneras que agoniza en las localidades de Guatiza y Mala. El cultivo la cochinilla vivió décadas de esplendor en Canarias en el siglo XIX, al punto que en 1870 se llegaron a recoger tres millones de kilogramos de este parásito de las pencas. El insecto, originario de México, vive sobre el nopal y segrega una sustancia empleada como colorante. Esta materia obtenida del insecto, natural y rojiza, también se la conoce por cochinilla.

La cochinilla americana es mucho más barata

Este colorante natural generó mucho dinero hasta la aparición de los pigmentos artificiales, más baratos y de más fácil obtención. Sin embargo, el cultivo no se abandonó en Mala y Guatiza. En los últimos tiempos, el regreso a lo ecológico no ha posibilitado el renacimiento de esta actividad tradicional debido a la competencia de la cochinilla americana, que es mucho más barata. Sin embargo, nada hace pensar que regresen los tiempos de esplendor de este cultivo, aunque la plaga sea erradicada.

Así las cosas, los bobos se están imponiendo a los cultivos de tuneras. Este arbusto, muy abundante en lugares donde se vierten escombros, en los enarenados abandonados y en los bordes de las carreteras, está arrasando el ancestral paisaje. Sin mercado y sin precios que merezcan la pena, asistimos al estertor de la cochinilla lanzaroteña. El número de fincas abandonadas ya es superior al de fincas cuidadas, y sigue creciendo, porque el trabajo que ya no merece la pena. Hoy es un vestigio del pasado agrario, mañana será un erial.

La cochinilla, un proceso muy laborioso

El cultivo y la obtención de la cochinilla es un proceso muy laborioso, paciente y delicado. Tarea sobre todo de mujeres, que antiguamente se forraban con gruesas telas de pies a cabeza para protegerse de las espinas de las tuneras. Estas se plantan en hileras dejando calles entre ellas para permitir el paso de las personas. Cuando han crecido, se planta la cochinilla, es decir, se infecta la tunera con el insecto, cuyas larvas se esparcen y se clavan a las pencas en las que viven, quedando inmóviles y aferradas a ella, normalmente en grupos numerosos de individuos.
En un par de meses, la cochinilla está madura y se puede recolectar, una fase que se prolonga durante todo el año, aunque el mayor rendimiento se obtiene en verano. Para aumentar la producción, se evita que crezcan los higos, los frutos de la tunera. La recolección se realiza con un utensilio ideado al efecto llamado cuchara, con el que se raspa suavemente la superficie de la penca para obtener sólo los ejemplares maduros. Una vez llena la cuchara, su contenido se vierte sobre una bandeja rectangular de hojalata, sobre una milana, y se prosigue con la recolección.
Cada kilogramo de cochinilla fresca queda reducido tan solo a la tercera parte de cochinilla seca. Para ello hay que sacrificar a los insectos recolectados, exponiéndolos al sol, volteándolos y zarandeándolos sucesivamente. Una vez seca, se limpia, se separa a mano y se aventa para eliminar las impurezas más ligeras. La cochinilla se almacena en sacos permitiendo su aireación, pudiéndose conservar durante años sin merma de su calidad.

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